OGMs y venenos ¿Culpa de quién?
El Ministerio de Agroindustria continúa aprobando tandas de
semillas modificadas, en este caso del orden BT, las cuales se sumarían a la ya
larga lista de OGMs. Las organizaciones ambientalistas se manifiestan
alarmadas. Toxinas en las semillas... ¡qué horror!
Sin embargo el problema no es la toxina BT, sin duda. Ni
siquiera lo es el glifosato por muy tóxico y cancerígeno que fuera. El problema
es algo más complejo y nos incluye a todos. Porque nos quejamos y luego
consumimos aquello sobre lo cual nos quejamos. La
madre del problema somos todos nosotros, los hombres-consumidores. Veamos.
BT significa bacillus thuringiensis, que es el microorganismo
que se puede utilizar para matar lepidópteros sin recurrir a insecticidas
tóxicos. Desde hace ya varios años los cultivadores orgánicos y cuidadosos del
ambiente recurren a trucos de equilibrio ecológico para defender sus plantas de
sus depredadores naturales. Usando insectos que se comen a otros insectos, o
microorganismos cultivados, o minerales abrasivos como el sílice de la
diatomea, o sustancias vegetales tóxicas para otros organismos, u hongos que
matan a otros hongos. Controles naturales sobre agentes naturales en un proceso
artificialmente mediado.
El verdadero problema
es que nosotros no somos capaces de cultivar nuestra propia comida, ni
individual ni colectivamente...
El BT es uno de ellos, sólo que la gran industria lo
incorporó a la semilla en vez de la forma tradicional que es cultivarlo y
usarlo por asperjado en solución. Inclusive el gene RR que habilita el uso
masivo de glifosato, es decir la parte transgénica que se incorpora para hacer
a la semilla resistente a ese veneno, proviene de otra agrobacteria natural del
suelo. Razón por la cual los científicos al servicio de las agroquímicas hacen
su defensa aduciendo que ninguna de esas combinaciones genéticas es realmente
artificial.
Se han venido produciendo en la naturaleza durante millones
de años. El genetista sólo colabora. Por supuesto, el problema no es el OGM
sino la toxicidad del glifosato. La planta tiene defensa contra él, nosotros
no. Entonces, viéndolo en balance de daños, es mucho mejor que el productor use
semillas BT a que rocíe las plantas y el suelo con millones de litros de
venenos insecticidas.
La clave de todo esto es que no serían necesarias ninguna de
ambas opciones.
El verdadero problema es que
nosotros no somos capaces de cultivar nuestra propia comida, ni individual
ni colectivamente, lo cual sería la solución definitiva a esos venenos y a la
destrucción que causa el cultivo en gran escala.
No es que no podamos, es que no queremos, o no nos
organizamos para ello. Por supuesto, hacer eso implicaría cambios muy drásticos
en nuestra cultura y hábitos de vida. Todos benéficos.
Por ejemplo, también ahorraríamos 70% de energía mínimo,
entre fletes y combustibles usados para la maquinaria agrícola, dado que la
producción local bien organizada no necesita transporte. En nuestro país
solamente el costo de fletes por año llega a casi 50.000 millones de pesos y la
distancia recorrida sumada equivale a miles de veces el recorrido del ecuador.
Y tampoco agroquímicos tóxicos. En huertas orgánicas en
pequeña escala, el control es más eficiente, y los riesgos de infestación y posibles
daños, mucho menores.
Ahora... ¿De cuál bolsillo cree
usted que sale, en definitiva, el dinero que paga a Syngenta, Bayer Crop o
Monsanto? Sencillo: del suyo.
Y no a la fuerza. Porque usted lo hace voluntariamente.Todo
el ciclo termina allí, en su bolsillo, sea por ciclo corto o largo. Usted paga
el combustible, los transgénicos y los venenos cada vez que compra verduras,
pan, harinas, dulces, fideos, arroz, y muchos otros productos comerciales más.
Hasta en una golosina hay JMAF, ingrediente que se fabrica
casi totalmente con maíz transgénico. Usted los paga cuando compra un producto
chino, fabricado por trabajadores alimentados en parte con carne de cerdo,
animales de cría que a su vez se alimentan mayoritariamente con soja argentina
transgénica cultivada con uso de glifosato.
Todo ese dinero alimenta la cadena
que termina en esas grandes corporaciones y en camino da ganancias millonarias
a los productores en gran escala.
De casi toda compra que usted hace cada día, algo de dinero
va a parar al capital de esas grandes corporaciones a las cuales quizás luego
usted repudia por dañar el medio ambiente.
Ellas no existirían si todos nosotros no les pagásemos de ese
modo.
¿Lo había pensado?
No son ellos. Somos nosotros.
Fuente:
sott.net
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