La campaña de la OTAN contra la
libertad de expresión
por Thierry Meyssan
Es una historia que comenzó hace 15 años. La
OTAN trató primero de silenciar a los ciudadanos que querían saber la verdad
sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001. Luego arremetió contra los
que cuestionan la versión oficial de las «primaveras árabes» y de la guerra
contra Siria. Como una cosa lleva a la otra, después atacó a quienes
denunciaban el golpe de Estado en Ucrania. Ahora, la OTAN se inventa una seudo
ONG para que acuse como agentes rusos a todo el que haya hecho campaña por
Donald Trump.
Logo del Centro de Comunicación Estratégica
de la OTAN
Después de los atentados del 11 de septiembre
de 2001 vinieron, simultáneamente, un estado de emergencia permanente y una
serie de guerras. Como escribí en aquel momento, la teoría según la cual todo
fue concebido y organizado por un puñado de yihadistas desde una cueva en
Afganistán no resiste el más mínimo análisis. Todo hace pensar, por el
contrario, que los atentados del 11 de septiembre fueron organizados por una facción del
complejo militaro-industrial.
De ser cierto este análisis, los
subsiguientes sucesos sólo podían conducir a la represión en Estados Unidos y
en los países aliados de esta potencia.
Quince años después, la herida que abrí en
aquel momento sigue sin cerrarse, incluso se abrió aún más a raíz de nuevos
acontecimientos. Al Acta Patriótica y las guerras por el petróleo se sumaron las
«primaveras árabes». La mayoría de la población estadounidense no sólo ha
dejado de creer en lo que le dice su gobierno desde el 11 de septiembre de 2001
sino que, al votar por Donald Trump, acaba de expresar su rechazo al
Sistema posterior al 11 de septiembre.
Resulta que yo abrí el debate mundial sobre
los atentados del 11 de septiembre, que fui miembro del último gobierno de la
Yamahiriya Árabe Libia y que tengo la oportunidad de relatar –desde el lugar de
los hechos– lo que está sucediendo en la guerra contra Siria. Al principio, la
administración estadounidense creyó que podía detener el incendio acusándome de
escribir cualquier cosa por dinero y atacándome donde duele, o sea el
portamonedas. Pero mis ideas han seguido extendiéndose.
En octubre de 2004, cuando 100 personalidades
estadounidenses firmaron una petición reclamando que se reabriera la
investigación sobre los atentados del 11 de septiembre, Washington empezó a
inquietarse [1]. En 2005, reuní en Bruselas
más de 150 personalidades del mundo entero –entre las que se hallaban invitados
sirios y rusos, como el general Leonid Ivashov, ex jefe del Estado Mayor de las
fuerzas armadas de la Federación Rusa– para denunciar a los neoconservadores
mostrando que el problema estaba alcanzado proporciones globales [2].
Bajo el mandato de Jacques Chirac, los
servicios de la presidencia de la República Francesa se preocuparon por mi
seguridad. Pero en 2007, la administración Bush solicitó mi eliminación física al
nuevo presidente francés Nicolas Sarkozy. Cuando un amigo personal, oficial y
miembro del estado mayor, me advirtió sobre la respuesta positiva de Sarkozy,
supe que no tenía más camino que el exilio. Otros amigos –en aquel momento
llevaba 13 años como secretario nacional del Partido Radical de Izquierda–
acogieron mi decisión con incredulidad, mientras que la prensa me acusaba de
paranoia. Pero nadie vino públicamente a prestarme ayuda. Encontré refugio en
Siria y viajo por el mundo evitando cuidadosamente los territorios de la OTAN,
además de haber escapado a numerosos intentos de asesinato o de secuestro. A lo
largo de 15 años, he abierto debates que se han generalizado. Siempre me han
atacado cuando estaba solo. Pero cuando mis ideas han encontrado eco, han sido
miles las personas que se han visto perseguidas por haberlas compartido y
desarrollado.
Fue en aquella misma época cuando Cass
Sunstein –el esposo de la embajadora de Estados Unidos en la ONU, Samantha Power [3]– redactó con Adrian Vermeule un trabajo, destinado a
las universidades de Chicago y Harvard, sobre cómo luchar contra las «teorías
de la conspiración» [4], y así
designan el movimiento que inicié. En nombre de la «Libertad» ante el
extremismo, los autores de aquel trabajo definen en su texto todo un programa
destinado a liquidar la oposición:
«Podemos
imaginar fácilmente una serie de respuestas posibles.
El gobierno puede prohibir las teorías
de la conspiración.
El gobierno pudiera imponer una especie
de gravamen, financiero o de otro tipo, a quienes difundan esas teorías.
El gobierno pudiera implicarse en un
contra-discurso para desacreditar las teorías del complot.
El gobierno pudiera comprometer a
partes privadas creíbles para que se impliquen en un contra-discurso.
El gobierno pudiera implicarse en la
comunicación informal con las terceras partes y estimularlas» [5].
La administración Obama dudó en asumir
públicamente esa opción. Pero, en abril de 2009, propuso en la Cumbre de la
OTAN organizada en Strasbourg-Kehl la creación de un servicio de «Comunicación Estratégica». Incluso
expulsó de la Casa Blanca al célebre abogado Anthony Jones, en 2009, por
haberse expresado sin rodeos sobre ese tema [6].
El proyecto de creación del servicio de comunicación
estratégica de la OTAN estuvo engavetado hasta que obtuvo el apoyo del gobierno
letón. Y
finalmente ese servicio se instaló en Riga, bajo la dirección de Janis Karklins
–por demás responsable en la ONU de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la
Información y del Foro sobre la Gobernanza de Internet. Concebido por los
británicos, ese servicio cuenta con la participación de Alemania, Estonia,
Italia, Luxemburgo, Polonia y el Reino Unido. Al principio, se limitó a
incrementar los estudios sobre el tema.
Pero todo cambió en 2014, cuando el think
tank de la familia Khodorkovsky, el Institute of Modern Russia (Instituto sobre
la Rusia Moderna), con sede en Nueva York, publicó un análisis de los
periodistas Peter Pomerantsev y Michael Weiss [7]. Según ese informe, Rusia ha
desplegado en el exterior un vasto sistema de propaganda. Pero, en vez de
tratar de construirse una imagen favorable –como en tiempos de la guerra fría–,
Moscú ha decidido ahora inundar Occidente con «teorías conspirativas» para
sembrar confusión. Los autores del trabajo afirman que esas «teorías» ya no
abordan solamente el tema del 11 de septiembre sino también la cobertura
periodística de la guerra contra Siria.
En un esfuerzo por reactivar el
antisovietismo de la guerra fría, ese informe marcaba el inicio de una
inversión de valores. Hasta entonces, la clase dirigente estadounidense sólo
trataba de disimular el crimen del 11 de septiembre atribuyéndolo a unos
cuantos barbudos sin importancia. Ahora se trata de acusar a un Estado extranjero
de ser responsable de los nuevos crímenes que Washington ha cometido en Siria.
En septiembre de 2014, el gobierno británico
creó la 77ª Brigada: una unidad encargada de contrarrestar la propaganda
extranjera. Esa 77ª Brigada británica se compone de 440 militares y más de un
millar de civiles provenientes del ministerio británico de Exteriores, así como
del MI6, del organismo de cooperación externa y de la Stabilisation Unit. Y no
se conocen sus objetivos. Esa brigada trabaja con la 361st Civil Affairs Brigade
del Ejército de Estados Unidos, con bases en Alemania e Italia. Ambas unidades
militares estaban siendo utilizadas para sabotear los sitios web occidentales
que tratan de dar a conocer la verdad sobre el 11 de septiembre y sobre la
guerra contra Siria.
A principios de 2015, Anne Applebaum –esposa
del ex ministro de Defensa de Polonia Radosław Sikorski– creó en el Center for
European Policy Analysis (Centro de Análisis de la Política Europea), con sede
en Washington, una unidad designada como Information Warfare Initiative
(Iniciativa sobre la Guerra de la Información) [8]. Su objetivo inicial era
contrarrestar la información rusa en el centro y el este de Europa. La señora
Applebaum puso esa iniciativa en manos del ya mencionado Peter Pomerantsev y de
Edward Lucas, uno de los jefes de redacción de la conocida publicación The
Economist.
Aunque Pomerantsev es a la vez coautor del
informe del Institute of Modern Russia y uno de los dos principales
responsables de la Information Warfare Initiative, ahora resulta que ya no
habla del 11 de septiembre y que tampoco considera ya la guerra contra Siria
como un tema central sino sólo como un tema recurrente que permite “percibir”
la acción del Kremlin. Este personaje concentra sus ataques sobre el canal de
televisión Russia Today y la agencia de prensa Sputnik, dos órganos de prensa
públicos rusos.
En febrero de 2015, le llega a la Fondation
Jean Jaures –think tank del Partido Socialista francés y contacto de la
National Endowment for Democracy (NED)– su turno de publicar una Nota titulada
Conspirationnisme, un état des lieux [9]. Pasando por alto todo lo sucedido
alrededor de Rusia, esa Nota toma el debate en el punto donde lo había dejado
Cass Sunstein y propone simple y llanamente prohibir que los «conspiracionistas»
puedan expresarse. Por su parte, la ministra de Educación de Francia organiza
talleres en las escuelas para advertir a los alumnos en contra de los
«conspiracionistas».
El 19 y el 20 de marzo de 2015, el Consejo
Europeo pide a la Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos
Exteriores y Política de Seguridad, Federica Mogherini, que prepare un plan de
«comunicación estratégica» para denunciar las campañas de desinformación de
Rusia sobre Ucrania. El Consejo no mencionaba ya ni el 11 de septiembre, ni la
guerra contra Siria sino que cambiaba de objetivo para concentrarse en Ucrania
En abril de 2015, la señora Mogherini crea un
Servicio Europeo para la Acción Exterior (EEAS, siglas en inglés) que no es
otra cosa que una unidad de Comunicación Estratégica dentro de la Unión Europea
[10]. Esa estructura está bajo la dirección de un británico agente del MI6,
Giles Portman, y distribuye a numerosos periodistas europeos, dos veces por
semana, toda una argumentación que supuestamente demostraría la mala fe de
Moscú, argumentos que posteriormente aparecen publicados en los medios de
difusión europeos.
El 20 de agosto de 2015 se inaugura en Riga
el Centro de Comunicación Estratégica de la OTAN, bajo la dirección de Janis
Sarts. Participan en la ceremonia el senador estadounidense John McCain,
director de una de las dos ramas de la NED, quien conversa en la foto con la
presidente de Lituania, Dalia Grybauskaite.
A partir de su creación, el Centro de
Comunicación Estratégica de la OTAN se vincula a un servicio del Atlantic
Council: el Digital Forensics Research Lab. La OTAN redacta un Manual de
Comunicación Estratégica, cuyo objetivo es coordinar y reemplazar todo el
dispositivo anterior en materia de Diplomacia Pública, de Relaciones Públicas
(Public Affairs), de Relaciones Públicas Militares, de Operaciones sobre los
Sistemas Electrónicos de Comunicación (Information Operations) y de Operaciones
Sicológicas.
Bajo la inspiración de la OTAN, Anna Fotyga,
la ex ministra de Exteriores de Polonia, ahora convertida en eurodiputada,
lleva al Parlamento Europeo una resolución –adoptada el 23 de noviembre de
2016– sobre «la comunicación estratégica de la Unión [Europea] tendiente a
contrarrestar la propaganda dirigida contra ella por terceros» [11]. Obsérvese
que existe un nuevo desplazamiento del blanco: ya no se trata de contrarrestar
el cuestionamiento sobre el 11 de septiembre –asunto de hace 15 años–, ni
tampoco el cuestionamiento de la guerra contra Siria sino de crear una
mescolanza entre la impugnación de los acontecimientos en Ucrania y el discurso
del Emirato Islámico (Daesh). Y se vuelve así al punto inicial: quienes
cuestionaban el 11 de septiembre trataban, según la OTAN, de rehabilitar a
al-Qaeda; quienes le hacen el juego a Rusia tratan de destruir a Occidente,
como lo hace Daesh. Pero no importa que la OTAN esté apoyando a al-Qaeda en el
este de Alepo.
Dado a conocer el 24 de noviembre de 2016 en
un sonado artículo del Washington Post [12], un misterioso grupo llamado
Propaganda or Not? ha elaborado una lista de 200 sitios web –entre ellos
Voltairenet.org– a los que el Kremlin supuestamente ha confiado la tarea de
repercutir la propaganda rusa y confundir a la opinión pública estadounidense
hasta el extremo de llevarla a votar por Donald Trump.
Propaganda or Not? no publica los nombres de
sus responsables, pero dice reunir en su seno a 4 organizaciones: Polygraph,
The Interpreter, el Center for European Policy Analysis y el Digital Forensic
Research Lab.
- Polygraph es un sitio web de la Voice of America [13], la
radio y televisión pública de Estados Unidos bajo control de la Broadcasting
Board of Governors.
- The Interpreter es la revista del Institute of Modern
Russia, ahora difundida por la Voice of America.
- El Center for European Policy Analysis es un apéndice de
la National Endowment for Democracy (NED) dirigido por Zbigniew Brzezinski y
Madeleine Albright.
- Digital Forensic Research Lab es un programa del Atlantic
Council.
En un documento divulgado por Propaganda or
Not?, esta falsa ONG nacida de varias asociaciones financiadas por la
administración Obama señala al enemigo: Rusia. Y acusa a ese país de haber dado
origen al movimiento a favor de la verdad sobre los atentados del 11 de
septiembre y de los sitios web de apoyo a Crimea y Siria.
El 2 de diciembre de 2016, el Congreso de
Estados Unidos votó un ley que prohíbe toda cooperación militar entre
Washington y Moscú. En pocos años, la OTAN ha reactivado el maccarthysmo.
Thierry Meyssan
Fuente: voltaire.org
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