El nuevo Orden Mediático Mundial
En sólo meses, el contenido de los medios de difusión
nacionales e internacionales ha sufrido un profundo cambio en Occidente.
Estamos siendo testigos del nacimiento de una “Entente” cuyos verdaderos
iniciadores y objetivos reales aún se desconocen pero cuyas consecuencias
directas contra la democracia ya son palpables.
Occidente está atravesando una crisis sistémica sin
precedente: poderosas fuerzas están orientando
poco a poco a todos los medios de difusión en una dirección única. Simultáneamente,
el contenido de los medios se transforma. El año pasado todavía mostraban
cierta lógica y tendencia a la objetividad. Y se aportaban mutuamente la
contradicción en una sana emulación. Ahora actúan como manada, basan su
coherencia en la manipulación de emociones y arremeten con saña contra las
personas a las que denuncian.
La idea de una Entente de los medios de difusión es la
prolongación del experimento del International Consortium for Investigative
Journalism (ICIJ) («Consorcio Internacional para el Periodismo de
Investigación»), un ente que no reúne medios de difusión sino sólo periodistas
a título individual y que se hizo célebre publicando información robada en la
contabilidad de dos oficinas de abogados de las Islas Vírgenes Británicas, el
gabinete PricewaterhouseCoopers (PwC), el banco HSBC y la oficina panameña Mossack
Fonseca.
Si bien algunas sacaron a la luz verdaderos delitos de alguna
que otra personalidad occidental, esas revelaciones fueron utilizadas
principalmente para desacreditar a dirigentes chinos y rusos. Lo más importante
es que, con el pretexto de contribuir a la lucha contra la corrupción, la
violación de la confidencialidad de abogados y bancos perjudicó gravemente a
miles de clientes honestos sin suscitar reacción alguna de parte de la opinión
pública.
Desde hace alrededor de 40 años puede verse un reagrupamiento
paulatino de los medios de difusión en trusts internacionales. Hoy en día, más
de dos terceras partes de la prensa occidental pertenece a sólo 14 grupos (21st
Century Fox, Bertelsmann, CBS Corporation, Comcast, Hearst Corporation,
Lagardère Group, News Corp, Organizações Globo, Sony, Televisa, The Walt Disney
Company, Time Warner, Viacom y Vivendi). En este momento, la alianza montada
entre Google Media Lab y First Draft está creando vínculos entre esos grupos,
que ya se hallaban en posición dominante.
En esa Entente mediática están además las 3 principales
agencias de prensa del planeta –Associated Press (AP), la Agence France-Presse
(AFP) y Reuters–, lo cual le garantiza una posición hegemónica en materia de
información. Es evidente que se trata de un caso de «entendimiento ilícito»
[1]. Pero su objetivo no es uniformizar precios sino uniformizar las mentes,
imponer un pensamiento ya dominante.
Puede observarse que todos los miembros –sin excepción– de la
Entente de Google ya han venido presentando, durante los últimos 6 años, una
visión unívoca de lo que sucede en el Medio Oriente ampliado. Pero no existía
entre ellos ninguna forma de concertación previa… o no se conocía. Es
interesante ver que en esa Entente también se encuentran 5 de las 6
televisiones internacionales que participaron en el equipo de propaganda de la
OTAN (Al-Jazeera, BBC, CNN, France24, Sky, sólo parece faltar Al-Arabiya).
En Estados Unidos, Francia y Alemania, Google y First Draft
(expresión del inglés que significa «primer borrador» o «version uno») han
reunido bajo su tutela medios localmente presentes en esos países y medios de
alcance internacional, supuestamente para “verificar” la veracidad de ciertos
argumentos. Además de que se desconoce quién se esconde detrás de First Draft y
qué intereses han llevado una firme comercial especializada en informática a
asumir el financiamiento de esta iniciativa, lo cierto es que el resultado no
tiene mucho que ver con un regreso a la objetividad.
En
primer lugar porque las imputaciones que esos entes “verifican” no se
seleccionan en función de su importancia en el debate: se seleccionan porque
las mencionan individuos a quienes esta Entente quiere denunciar. Esas verificaciones supuestamente
deberían acercarnos a la verdad, pero no es así: lo que hacen es tratar de
convencer al ciudadano de que los medios de la Entente son honestos y que las
personas que los denuncian no lo son. El objetivo no es una mejor comprensión
del mundo sino destruir la reputación de los individuos “incómodos”.
En segundo lugar porque una regla no escrita de esta Entente
de medios es que se verifican solamente las afirmaciones de fuentes exteriores
a esa Entente… pero sus miembros no se critican entre sí. Lo que buscan es
reforzar la idea de que el mundo se divide en dos bandos: «nosotros», –que
decimos la verdad– y «los otros» –obligatoriamente mentirosos. Esta manera de
proceder viola el principio del pluralismo, elemento básico de la democracia, y
abre el camino a la imposición de una sociedad totalitaria. Pero no es nada
nuevo porque ya vimos su aplicación en la cobertura de las primaveras árabes y
de las guerras contra Libia y Siria. La diferencia es que ahora se aplica, por
vez primera, a una corriente occidental de pensamiento.
Y, finalmente, porque las imputaciones que esa Entente
califica de «falsas» nunca serán vistas como errores, siempre serán
consideradas como mentiras. O sea, se trata a priori de atribuir a «los otros»
intenciones maquiavélicas, para desacreditarlos. Con ello se viola la presunción
de inocencia, principio básico de la justicia.
Por todas esas razones, el funcionamiento del Consorcio
Internacional para el Periodismo de Investigación y el de la Entente creada por
Google y First Draft contradicen la Carta de Munich de la Organización
Internacional de Periodistas (OIP), concretamente los artículos 2, 4, 5 y 9, de
su título II.
No por casualidad vemos como avanzan acciones judiciales
descabelladas precisamente contra los mismos que ya son blanco de la Entente de
medios de difusión. En Estados
Unidos desenterraron la ley Logan para utilizarla contra el equipo de Donald
Trump, un texto que nunca llegó a aplicarse desde su adopción, hace 2 siglos.
En Francia, han recurrido a la ley Jolibois contra los tweets políticos de
Marine Le Pen, un texto que la jurisprudencia había limitado a la
difusión (por demás posible bajo ciertas condiciones) de algunas revistas
ultrapornográficas. La erradicación del principio de presunción de inocencia,
en los casos de los individuos a eliminar, permite ponerlos en el banquillo de
acusados con cualquier pretexto jurídico. Es importante que observar que las
acusaciones que se esgrimen recurriendo a esas leyes contra el equipo de Trump
(en Estados Unidos) y contra Marine Le Pen (en Francia), podrían servir también
contra muchas otras personalidades… pero nadie lo hace.
Por otro lado, la ciudadanía ya no reacciona cuando es la
Entente mediática quien divulga acusaciones falsas. Por ejemplo, en Estados
Unidos ese ente inventó que los servicios secretos rusos tenían un expediente
comprometedor sobre Donald Trump y que lo estaban chantajeando. En Francia, esa
misma Entente inventó que es posible emplear ficticiamente a una asistente
parlamentaria, delito que atribuyó a Francois Fillon… candidato “incómodo” a la
presidencia.
En Estados Unidos, los miembros,
grandes o pequeños, de la Entente mediática están arremetiendo contra el
presidente. Sus
informaciones provienen de las intercepciones telefónicas que la administración
Obama ordenó indebidamente contra el equipo de Trump. Todo eso demuestra que
existe una coordinación entre la Entente mediática y los magistrados que
utilizan las alegaciones que esta divulga para bloquear la acción gubernamental
de la actual administración. Se trata, indiscutiblemente, de un sistema
mafioso.
Los medios estadounidenses y
franceses están atacando implacablemente a dos candidatos a la presidencia de
Francia: Francois Fillon y Marine Le Pen. Al problema general de la Entente mediática se agrega
en este caso la impresión errónea que ambos blancos son víctimas de una conjura
franco-francesa, cuando en realidad las órdenes vienen de Estados Unidos. Los
franceses están comprobando que sus medios emiten información sesgada, creen
–erróneamente– que se trata de una campaña contra la derecha y buscan –también
erróneamente– a los manipuladores en su propio país.
En Alemania, esta Entente todavía no resulta efectiva, sólo
debería serlo durante las elecciones legislativas.
En
tiempos del Watergate, ciertos medios dijeron ser un «Cuarto Poder», después
del poder ejecutivo, el legislativo y el judicial. Afirmaron que la prensa
ejercía sobre el gobierno una función de control en nombre del Pueblo. Ni siquiera entraremos a mencionar aquí el
hecho que lo que en aquel se imputó al presidente Nixon fue haber ordenado
interceptar los teléfonos del partido de oposición, lo mismo que ha hecho
Obama. Hoy se sabe
que «Garganta Profunda», la fuente del escándalo del Watergate, lejos de ser un
denunciante ciudadano –los españoles dirían un “alertador”– era nada más y nada
menos que Mark Felt, alto responsable del FBI que incluso se había convertido
en número 2 de esa agencia federal a finales de los años 1960. El manejo de
aquel escándalo en realidad fue parte de la lucha entre una parte de la
administración y la Casa Blanca y los electores fueron simplemente manipulados
por ambos bandos a la vez.
Aceptar la idea del «Cuarto Poder» sería reconocer a los 14
trusts que poseen la gran mayoría de los medios de prensa occidentales la misma
legitimidad que al conjunto de la ciudadanía. Sería confirmar el reemplazo de
la democracia por una oligarquía.
Queda un punto por aclarar. ¿Cómo
elije la Entente mediática los blancos de sus ataques? Lo único que
Donald Trump, Francois Fillon y Marine Le Pen tienen en común es que quieren
reanudar los contactos con Rusia y luchar a su lado contra la matriz del
yihadismo, que es la Hermandad Musulmana. Aunque Francois Fillon ya fue primer
ministro de un gobierno que estuvo implicado en esos acontecimientos, los tres
encarnan la corriente de pensamiento que contradice la versión dominante sobre
las primaveras árabes y sobre las guerras contra Libia y Siria.
Fuente:
red voltaire
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