La influencia de Estados Unidos y la OTAN en las
relaciones de la Unión Europea con China
por Manlio Dinucci
Al intervenir en un foro
internacional, el geógrafo italiano Manlio Dinucci sintetiza su análisis sobre
el arsenal que Estados Unidos ha venido acumulando para imponer su voluntad al
mundo. Este trabajo reviste especial importancia ya que esa voluntad claramente
asumida de dominación y esa organización unipolar del mundo son precisamente lo
que Siria, Rusia y China cuestionan hoy por la vía de las armas.
Entro de inmediato en el quid de la cuestión.
Pienso que no podemos hablar de las relaciones entre la Unión Europea y China
sin abordar la influencia que Estados Unidos ejerce sobre la Unión Europea,
tanto directamente como a través de la OTAN.
Hoy en día, 22 de los 28 países miembros de la
Unión Europea (21 de los 27 después de la salida del Reino Unido) son miembros
de la OTAN, reconocida por la Unión Europea como «base fundamental de la
defensa colectiva». Y la OTAN se halla bajo el mando de Estados Unidos: el
Comandante Supremo de las fuerzas de la OTAN es siempre un general
estadounidense nombrado directamente por el presidente de Estados Unidos y
todos los demás mandos de la OTAN también están en manos de militares
estadounidenses. La política exterior y militar de la Unión Europea se
ve así fundamentalmente subordinada a la estrategia estadounidense, tras la
cual se alinean las principales potencias europeas.
Esa estrategia, claramente enunciada en los
documentos oficiales, es trazada en el momento histórico en que la situación
mundial cambia como resultado de la desintegración de la URSS. En 1991, la Casa
Blanca declara en la National Security Strategy of the United States:
«Estados Unidos queda como el único Estado
que dispone de una fuerza, de un alcance y de una influencia en todos los
aspectos –político, económico y militar– realmente globales. No existe
sustituto del liderazgo estadounidense.»
En 1992, en su Defense Planning Guidance, el
Pentágono subraya:
«Nuestro primer objetivo es impedir que
cualquier otra potencia domine una región cuyos recursos sean suficientes como
para engendrar un poderío mundial. Esas regiones incluyen Europa occidental, el
Asia oriental, el territorio de la ex Unión Soviética y el Asia sudoccidental.»
En 2001, en el informe Quadrennial Defense
Review –publicado una semana antes de la guerra de Estados Unidos y la OTAN
contra Afganistán, área de primera importancia geoestratégica en relación con
Rusia y China–, el Pentágono anuncia:
«Existe la posibilidad de que surja en la
región un rival militar con una formidable base de recursos. Nuestras fuerzas
armadas deben conservar la capacidad de imponer la voluntad de Estados Unidos a
cualquier adversario, ya sean Estados o entidades no estatales, cambiando el
régimen de un Estado adverso o ocupando un territorio extranjero hasta que se
alcancen los objetivos estratégicos estadounidenses.»
En base a esa estrategia, la OTAN –bajo el
mando de Estados Unidos– ha emprendido su ofensiva en el frente oriental: luego
de haber destruido la Federación Yugoslava mediante la guerra, desde 1999
hasta este momento la OTAN ha abarcado todos los Estados del desaparecido Pacto
de Varsovia, 3 Estados de la antigua Yugoslavia, 3 de la antigua URSS y dentro
de poco abarcará otros (comenzando por Georgia y Ucrania, esta última ya está
de hecho en la OTAN), moviendo bases y fuerzas, incluso nucleares, hacia zonas
cada vez más cercanas a Rusia. Al mismo tiempo, en el frente sur, estrechamente
vinculado al oriental, la OTAN bajo el mando estadounidense destruyó el Estado
libio –también recurriendo a una guerra– y también trata de destruir el Estado
en Siria.
Estados Unidos y la OTAN hicieron estallar la crisis
ucraniana y, acusando a Rusia de «desestabilizar la seguridad europea»,
arrastraron Europa a una nueva guerra fría,
principalmente por voluntad de Washington –y a expensas de las economías
europeas, ampliamente afectadas por sanciones y contrasanciones– para destruir
las relaciones económicas y políticas entre Rusia y la Unión Europea,
[relaciones] nefastas para los intereses estadounidenses. En esa misma
estrategia se inscribe el creciente traslado de fuerzas militares
estadounidenses hacia la región Asia/Pacífico, con objetivos antichinos.
La US Navy anunció que, en 2020, tendrá concentrado en esa región el 60% de sus
fuerzas navales y aereas.
La estrategia estadounidense está enfocada hacia el
Mar de China Meridional, cuya importancia subraya el almirante
Harris, jefe del PaCom (el mando militar estadounidense para el Pacífico): por
ahí transitan anualmente 5 000 millardos [1] de dólares en mercancías por vía
marítima, incluyendo un 25% de las ventas mundiales de petróleo y un 50% de las
ventas de gas natural.
Estados Unidos quiere controlar esa vía marítima en nombre de lo que el almirante Harris define como
una «libertad de navegación fundamental para nuestro modo de vida aquí y en
Estados Unidos» y atribuye a China «acciones agresivas en el Mar de China
Meridional, similares a las de Rusia en Crimea». Así que la US Navy «patrulla»
el Mar de China Meridional.
Tras Estados Unidos llegan las principales potencias
europeas: en julio pasado, Francia pidió a la Unión Europea «coordinar el
patrullaje naval en el Mar de China Oriental para garantizar una presencia
regular y visible en esas aguas ilegalmente reclamadas por China». Y mientras Estados Unidos instala en Corea del Sur
sistemas «antimisiles» –pero capaces de lanzar también misiles nucleares, como
los instalados contra Rusia en Rumania y próximamente en Polonia, además de los
que llevan los navíos de guerra desplegados en el Mediterráneo– el secretario
general de la OTAN Jens Stoltenberg recibe el 6 de octubre, en Bruselas, al
ministro de Exteriores sudcoreano Yun Byung-se para «fortalecer la asociación
de la OTAN con Seúl».
Esos hechos y muchos más demuestran que en
Europa y en Asia se está aplicando la misma estrategia. Es el intento
desesperado de Estados Unidos y las demás potencias occidentales por conservar
la supremacía económica, política y militar en un mundo en plena transición,
donde están surgiendo nuevos actores estatales y sociales.
La Organización de Cooperación de Shanghai
(OCS), nacida del acercamiento estratégico entre China y Rusia, dispone de
recursos y capacidades de trabajo que pueden convertirla en el área de
integración económica más grande del mundo. La organización de Shanghai y los
países del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) son capaces,
con sus organismos financieros, de tomar en gran parte el lugar que actualmente
ocupan el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), dos
instituciones que durante los últimos 70 años permitieron a Estados Unidos y
las principales potencias occidentales dominar la economía mundial mediante
préstamos dignos de usureros a los países endeudados y otros instrumentos
financieros. Los nuevos organismos pueden concretar a la vez la desdolarización de los
intercambios comerciales, con lo cual privarían a Estados Unidos de la
posibilidad de transferir a otros países su propia deuda al imprimir el papel
moneda utilizado como divisa internacional dominante.
Para mantener su cada vez más tambaleante
supremacía, Estados Unidos no sólo utiliza la fuerza militar sino también otras armas
a menudo más eficaces que las armas propiamente dichas.
- Primera arma: los llamados «acuerdos de libre comercio», como la
«Asociación Transatlántica de Comercio e Inversiones» (TTIP) con la Unión
Europea y la «Asociación Transpacífica» (TPP) cuyo objetivo no es solamente
económico sino también geopolítico y geoestratégico. Es por eso que Hillary
Clinton califica la asociación Estados Unidos-Unión Europea como el «objetivo
estratégico más grande de nuestra alianza transatlántica», proyectando una
«OTAN económica» que integraría [la OTAN] política y militar.
El proyecto está claro: formar un bloque político,
económico y militar Estados Unidos-Unión Europea, también bajo el mando de
Estados Unidos, para oponerlo al área euroasiática en
ascenso, que a su vez se basa en la cooperación entre China y Rusia; y oponerlo
también a los BRICS, a Irán y a cualquier otro país que se sustraiga al control
de Occidente.
Como las negociaciones sobre el TTIP
encuentran dificultades para avanzar, a causa de las divergencias en materia de
intereses y de una amplia oposición en Europa, actualmente tratan de recurrir
al «Acuerdo Económico y Comercial Global» (CETA) entre Canadá y la Unión
Europea, que no es otra cosa que un TTIP disimulado ya que Canadá es firmante
del NAFTA [2] con Estados Unidos. El CETA será probable firmado por la Unión
Europea el próximo 27 de octubre, en ocasión de la visita del primer ministro
canadiense a Bruselas.
- Segunda arma: la
penetración en los países designados como blancos para desintegrarlos desde
adentro.
Se recurre para ello a los puntos débiles que
todo país puede presentar: la corrupción, el deseo de ganar dinero, el
arribismo político, el secesionismo fomentado por grupos de poder locales, el
fanatismo religioso, la vulnerabilidad de las masas ante la demagogia política.
Apoyándose también, en ciertos casos, en un descontento popular justificado
hacia la conducta del gobierno del país.
Los instrumentos de penetración son las llamadas
«organizaciones no gubernamentales» (ONGs) que en realidad obedecen al largo
brazo del Departamento de Estado y de la CIA,
que con enormes medios financieros han organizado las «revoluciones de colores»
en el este de Europa y que también trataron de realizar una operación similar
en Hong Kong con la llamada «Revolución de los Paraguas» («Umbrella
Révolution»), tendiente a fomentar movimientos similares en otras zonas de
China pobladas por minorías.
Esas mismas organizaciones operan en Latinoamérica,
fundamentalmente tratando de subvertir las instituciones democráticas en Brasil
[país miembro del grupo BRICS], saboteando así a
los BRICS desde adentro.
Otro instrumento de la misma estrategia son los
grupos terroristas, como los grupos armados e infiltrados en Libia y en Siria para sembrar el caos, contribuyendo a la
destrucción de Estados enteros que son al mismo tiempo agredidos desde el
exterior.
- Tercera arma: las «PsyOps» (Operaciones psicológicas) que se realizan a
través de los canales mediáticos mundiales, operaciones que el Pentágono define
de la siguiente manera:
«Operaciones planificadas para influir a
través de determinadads informaciones sobre las emociones y motivaciones, y por
tanto en el comportamiento de la opinión pública, de organizaciones y gobiernos
extranjeros, con el fin de inducir o fortalecer actitudes favorables a los
objetivos predeterminados.»
Mediante esas operaciones, que acondicionan a la
opinión pública para que acepte la escalada belicista, se presenta a Rusia como responsable de las
tensiones en Europa y a China como responsable de las tensiones en Asia,
acusándolas simultáneamente de «violaciones de los derechos humanos».
Manlio Dinucci y su esposa, Carla, ante la
casa natal de Mao Tse Tung, en 1965.
Permítanme una última consideración. Por haber
trabajado en Pekín en los años 1960, donde contribuimos juntos a la publicación
de la primera revista china en italiano, puedo decir que viví una experiencia
formativa fundamental en el momento en que China –liberada desde hacía apenas
15 años del control colonial, semicolonial y semifeudal– se hallaba
completamente aislada y ni Occidente ni las Naciones Unidas la reconocían como
Estado soberano.
De aquel periodo quedaron profundamente
grabados en mi recuerdo la capacidad de resistencia y la conciencia de aquel
pueblo –por entonces 600 millones de personas– inmerso, bajo la dirección del
Partido Comunista, en la construcción de una sociedad con bases económicas y
culturales totalmente nuevas. Pienso que aquella capacidad es también necesaria
hoy en día para que la China de nuestros tiempos, que está desarrollando su
enorme potencial, logre resistir ante los nuevos planes imperiales de
dominación, contribuyendo con ello a la lucha decisiva por el porvenir de la
Humanidad: la lucha por un mundo sin guerras, donde triunfe la paz indisolublemente
vinculada a la justicia social.
Manlio Dinucci
Este artículo reproduce la intervención de Manlio
Dinucci en el Foro Europeo 2016 «La “Vía China” y el contexto internacional»,
realizado en Roma el 15 de octubre de 2016 y organizado conjuntamente por la
Academia de Marxismo de la Academia china de Ciencias Sociales y la Asociación
Político-cultural Marx XXI.
[2] También designado con las siglas TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) o ALENA, el NAFTA es un tratado de libre comercio entre Estados Unidos, Canadá y México. Nota de la Red Voltaire.
Fuente: red voltaire
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