Moscú invierte los papeles en Kiev
por Thierry Meyssan
Mientras los dirigentes de la OTAN se
regocijan por el golpe de Estado en Kiev, presentado a la opinión pública de
Occidente como una nueva revolución, en el terreno se invierte la situación.
Después de desplazar a un gobierno de delincuentes que buscaban el mejor postor
entre Washington y Moscú, ahora son los agentes de Estados Unidos quienes se
ven obligados –ya en el ejercicio del poder– a enfrentar los disturbios que
anteriormente organizaron. El problema es que el país está arruinado y nadie,
sea quien sea, podrá sacarlo rápidamente de la bancarrota. Y ahora Rusia puede
defender sus intereses sin tener por ello que asumir las consecuencias de los
20 años de corrupción que antecedieron la nueva situación.
Durante los Juegos de Sochi, Rusia
no reaccionó ante los acontecimientos ucranianos [1]. Mientras se producían los graves
desórdenes registrados en Kiev y en otras capitales de provincias ucranianas,
la prensa rusa siguió dedicando sus titulares a las hazañas de sus deportistas.
El Kremlin consideraba, en efecto, que en cualquier momento los enemigos de
Rusia podían tratar aún de convertir la fiesta deportiva en un baño de sangre.
Tal y como estaba previsto, para el
momento de la clausura de los Juegos, el poder ya había cambiado de manos en
Kiev. Ampliamente desinformada, la opinión pública occidental
tuvo la impresión de que se había producido una revolución proeuropea.
Sin embargo, la
divulgación de una conversación telefónica entre la secretaria de Estado
adjunta, Victoria Nuland, y el embajador de Estados Unidos en Kiev, Geoffrey R.
Pyatt, no deja lugar a dudas sobre la existencia del complot estadounidense [2]. A golpe
de imágenes falsas, un gobierno de corruptos [3] fue presentado a la opinión como
una banda de torturadores rusófilos [4]. Como en todas las demás «revoluciones de colores», misteriosos francotiradores posicionados en los
techos dispararon contra la multitud y también contra la policía, y se
responsabilizó al gobierno con esos hechos.
En medio de la confusión, la opinión
pública occidental tuvo la impresión de que «el pueblo» se había apoderado de
los palacios nacionales. La realidad es que, mientras los
activistas –en su mayoría nazis– se batían en la plaza Maidan bajo los lentes
de las cámaras de televisión, en otros lugares de la ciudad eran los
politiqueros quienes penetraban discretamente en los palacios nacionales. Por ese
lado, los europeos pueden dormir tranquilos: no fueron los nazis quienes se
instalaron en el poder.
Los nazis ucranianos nada tienen que
ver con la extrema derecha que se conoce en Europa occidental, por lo general
abiertamente sionista (con excepción del Frente Nacional francés). Durante
la guerra fría, los nazis ucranianos fueron incorporados a las redes
stay-behind de la OTAN para sabotear la economía soviética. Posteriormente,
Polonia [5] y Lituania se encargaron de
arroparlos. Durante los pasados 3 meses de manifestaciones se les unieron
islamistas tártaros especialmente traídos de regreso desde Siria, donde estaban
en plena yihad [6]. Habitantes históricos de Crimea, a
los que Stalin decidió dispersar por haberse unido a los nazis durante la
Segunda Guerra Mundial, los tártaros viven hoy principalmente en Ucrania y
Turquía. En la plaza Maidan demostraron la pericia adquirida en Siria:
mutilando policías y sacándoles los ojos [7].
La revolución de la plaza Maidan
sirve para enmascarar un golpe de Estado extremadamente clásico [8]. En
presencia de «diplomáticos» estadounidenses, la Rada [parlamento ucraniano]
violó la Constitución abrogándola sin referéndum. Destituyó,
sin debate ni proceso, al presidente en ejercicio y puso los poderes
legislativos y ejecutivos en manos del ex jefe de los servicios secretos, Alexander
Turchinov.
Este nuevo dictador designó como
primer ministro a Arseni Yatseniuk, lo cual coincide –¡Oh casualidad!– con los
cálculos expresados desde mucho antes –en la conversación telefónica
anteriormente mencionada– por la secretaria de Estado adjunta Victoria Nuland. El nuevo
primer ministro conformó un gabinete que fue presentado a los manifestantes en
la plaza Maidan. Estos últimos, ahora mucho más numerosos y en una proporción
en la que los nazis ya vienen siendo sólo una tercera parte, abuchearon a
varios de miembros del nuevo gabinete porque son judíos.
En Crimea, donde está basada la
flota rusa del Mar Negro y la mayoría de la población es rusa, el parlamento
regional, también presa de una «inspiración revolucionaria», derrocó el
gobierno local (fiel a Kiev) y nombró uno nuevo (pro-ruso). Simultáneamente,
hombres uniformados, pero sin bandera ni insignias, tomaron el control de los
edificios oficiales y del aeropuerto, impidiendo así la posible llegada de
fuerzas enviadas por el nuevo gobierno de Kiev.
En Kiev, la Rada denunciaba un acto
de injerencia rusa y llamaba a que se respete el Memorándum de Budapest. En 1994,
Estados Unidos, el Reino Unido y Rusia firmaron un acuerdo sobre el
congelamiento de las fronteras de Ucrania a cambio de su renuncia al arma
nuclear [9]. Para Moscú, sin embargo, ese acuerdo
perdió toda vigencia desde que fue violado por Washington y Londres en el
momento de la «revolución naranja» de 2004 [10] y, con más razón aún, con el golpe
de Estado de la semana pasada.
¿Qué va a
pasar ahora? El 25 de mayo tendrá lugar la elección del Parlamento Europeo y Kiev
organiza una elección presidencial mientras que Crimea realizará un referéndum
de autodeterminación. Cuando Crimea sea independiente podrá optar por
reintegrarse a la Federación Rusa, de la que formó parte hasta 1954.
Por su parte, la Unión
Europea tendrá que ver cómo se las arregla para responder a las esperanzas que
tanto se esforzó por suscitar en Ucrania, y tendrá por lo tanto que pagar –no
se sabe con qué fondos– al menos una parte de los 35 000 millones de deuda
ucraniana. Por su parte, los nazis de la plaza
Maidan no regresarán a la clandestinidad sino que van a exigir formar parte del
gobierno.
Pero la historia no parará ahí
porque todavía quedarán por resolver, para el Kremlin, los problemas de la
parte oriental de Ucrania –con una numerosa población rusa y una importante
industria de defensa– y también de Transnitria (la antigua Besarabia, que
sirvió en el pasado de centro de investigación para la cohetería soviética). Este
pequeño país, de población rusa, que no aparece en los mapas porque no es
miembro de la ONU–, proclamó su independencia en el momento de la disolución de
la URSS pero aún está considerado como parte de Moldavia. Resistió
valientemente a la guerra que contra él desataron en 1992 Moldavia, la fuerza
aérea rumana y los consejeros de la OTAN [11]. Logró conservar el modelo social
soviético, adoptando a la vez instituciones democráticas, y hoy en día una
«fuerza de paz» rusa garantiza su seguridad [12]. Como mínimo, una veintena de kilómetros
cuadrados de territorio ucraniano podrían sublevarse y unirse a Transnitria,
ofreciéndole así una salida al Mar Negro, pero Ucrania se vería entonces
separada de su apéndice occidental. En el mejor de los casos, para unir
territorialmente la península de Crimea con el territorio de Transnitria habría
que tomar varios cientos de kilómetros de costa, incluyendo la ciudad de Odesa.
Por lo tanto, continuarán los
desórdenes en Ucrania. Con la diferencia de que Estados Unidos y la Unión
Europea se verán ahora en la situación del «cazador cazado» y será su turno de
enfrentar el caos. Además de la pesada carga
financiera, ¿cómo van a
arreglárselas para controlar a sus victoriosos aliados nazis y yihadistas? La
demostración de fuerza orquestada por Washington se halla ahora a punto de
convertirse en un fiasco [13].
Thierry Meyssan
Fuente
: Al-Watan (Siria)/ Red Voltaire
[1] «Después de
Yugoslavia, ¿le ha llegado el turno a Ucrania?», por Thierry
Meyssan, Red Voltaire, 6 de febrero de 2014.
[2] «Conversación
entre la secretaria de Estado adjunta y el embajador de Estados Unidos en
Ucrania», Oriental Review/Red Voltaire, 8 de
febrero de 2014.
[3] «L’Ukraine brade
son secteur énergétique aux Occidentaux», por Ivan Lizan, Однако,
Red Voltaire, 2 de marzo de 2013.
[4] «Imágenes falsas
en Ucrania», Red Voltaire, 6 de febrero de 2014.
[5] «Polonia, nueva
cabeza de playa en el plan desestabilizador de la OTAN», por Andrew
Korybko, Oriental Review, Red Voltaire, 28 de febrero
de 2014.
[6] «Yihadistas dan
servicio de seguridad a los manifestantes de Kiev», Red Voltaire,
4 de diciembre de 2013.
[7] «Евротвари
выкололи глаз и отрубили руку пленному бойцу», YouTube, 21 de
febrero de 2014.
[8] «Golpe de Estado
proestadounidense en Ucrania», Red Voltaire, 24 de
febrero de 2014.
[9] “Memorandum on Security Assurances in connection with
Ukraine’s accession to the Treaty on the Non-Proliferation of Nuclear Weapons”, Voltaire Network, 5
de diciembre de 1994.
[10] «Moscú y
Washington se enfrentan en Ucrania», por Emilia Nazarenko; «Ucrania: la calle contra el pueblo»,
Red Voltaire, 24 y 29 de noviembre de 2004.
[11] «En 1992,
Estados Unidos trató de aplastar militarmente la Transnistria»,
por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 17 de abril de 2010.
[12] «Tiraspol, base
avancée de l’armée russe?», por Arthur Lepic, Réseau Voltaire,
15 de agosto de 2007.
[13] «¿Puede
Washington derrocar tres gobiernos a la vez?», por
Thierry Meyssan, Al-Watan (Siria), Red Voltaire, 23 de
febrero de 2014.
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