Estados Unidos, primer financista
mundial del terrorismo
por Thierry Meyssan
Desde la guerra de Afganistán contra los
soviéticos, numerosos autores han mencionado el papel de Estados Unidos en el
financiamiento del terrorismo internacional. Pero hasta ahora se trataba de
acciones secretas cuya existencia Washington nunca reconocía mientras estaban
teniendo lugar. En el caso de Siria se ha dado un paso decisivo: el Congreso
estadounidense ha votado financiamiento y armamento para dos organizaciones que
representan a al-Qaeda. Lo que hasta ahora fue un secreto a voces se ha
convertido en la política oficial del «país de la libertad»: el terrorismo.
En violación de las resoluciones 1267 y 1373 del Consejo de Seguridad de la ONU, el Congreso de Estados
Unidos ha votado financiamiento y armamento para el Frente al-Nusra y el
Emirato Islámico en Irak y el Levante, dos organizaciones vinculadas a al-Qaeda y
clasificadas como «terroristas» por la propia ONU. Esa decisión del Congreso estadounidense estará
vigente hasta el 30 de septiembre de 2014.
Muchas sorpresas marcaron la primera
semana de la conferencia de paz Ginebra 2. Desgraciadamente,
la censura impuesta a los grandes medios de difusión no permitió que el público
occidental fuese informado sobre esos acontecimientos.
En eso reside la principal paradoja
de la guerra contra Siria: se divulgan
imágenes que ofrecen un panorama contrario a la realidad. Según los
medios de prensa internacionales, en este conflicto un grupo de Estados,
reunidos alrededor de Washington y de Riad, que supuestamente defienden la
democracia y encabezan la lucha mundial contra el terrorismo, se enfrentan a
Siria y a sus aliados rusos, presentados a su vez como dictaduras que manipulan
el terrorismo.
Si bien todo
el mundo está perfectamente consciente de que Arabia Saudita no es una
democracia sino una monarquía absolutista, la tiranía de una familia y una secta sobre todo
un pueblo, Estados Unidos tiene la reputación de ser una democracia y hasta se
le considera como «el país de la libertad».
Sin embargo, la
información más importante de toda la semana fue censurada en el conjunto de
los países miembros de la OTAN: el Congreso
de Estados Unidos se reunió en secreto para votar financiamiento y armamento
destinados a los «rebeldes en Siria» hasta el 30 de septiembre de 2014.
Sí, querido lector, ¡usted ha leído
bien! En Estados Unidos, el Congreso realiza reuniones secretas
que la prensa ni siquiera tiene derecho a mencionar. Es por esa razón que la información, originalmente transmitida por
la agencia británica Reuters [1], ha sido cuidadosamente ignorada por toda la
prensa escrita y audiovisual, tanto en Estados Unidos como en la mayoría de los
medios de difusión de Europa occidental, al igual que en los llamados países del
Golfo.
Esa verdad sólo tienen derecho a conocerla los habitantes del «resto del
mundo».
La libertad
de expresión y el derecho de los ciudadanos a la información son –al menos eso
se supone– condiciones sine qua non de la democracia. Y resulta que son más
respetadas en Siria y en Rusia que en Occidente.
Como nadie ha leído la ley que
adoptó el Congreso estadounidense, ni siquiera se sabe exactamente lo que en ella
se estipula. Lo que sí ya se hace evidente es que
los mencionados «rebeldes» ya no están tratando de derrocar el Estado sirio –han
tenido que renunciar a ello– y que su nuevo objetivo es «desangrarlo». Por eso
es que no se comportan como soldados sino como terroristas.
De nuevo ha leído bien, estimado
lector. Estados
Unidos, el país que supuestamente fue víctima de al-Qaeda el 11 de septiembre
de 2001 y que desde entonces encabeza la «guerra global contra el terrorismo»,
financia ahora el principal vivero del terrorismo internacional, donde actúan
dos organizaciones oficialmente subordinadas al-Qaeda: el Frente al-Nusra y el
Emirato Islámico en Irak y el Levante. Y ya no se trata de una oscura
maniobra de los servicios de inteligencia sino de una ley, plenamente
asumida y legalizada, aunque haya sido adoptada a puertas cerradas para no
entrar en contradicción con la propaganda oficial.
Por otro lado, ¿cómo
podría la prensa –la prensa que afirma desde hace 13 años que al-Qaeda es el
autor de los atentados del 11 de septiembre, la prensa que nunca ha mencionado el
hecho que aquel 11 de septiembre el presidente George W. Bush fue destituido
por los militares–, cómo explicaría esa prensa a su público esta decisión del
Congreso? En Estados
Unidos hasta el procedimiento mismo de «Continuidad del Gobierno» (CoG) está
protegido por la censura. Así que el público del mundo occidental nunca supo
que el 11 de septiembre de 2001 se produjo en Estados Unidos una transferencia
del poder de manos de los civiles a manos de los militares a las 10 de la
mañana y hasta bien entrada la noche, ni que durante todo aquel día Estados Unidos estuvo gobernado
por una autoridad
secreta, en violación de las leyes y de la Constitución de ese país.
En tiempos de la guerra fría, la CIA
financiaba al escritor George Orwell, cuando este autor concebía la
dictadura del futuro. Washington creía que despertaría así
las conciencias ante el peligro soviético. La realidad es que la URSS nunca llegó a parecerse a la
pesadilla que describió Orwell en su novela 1984, mientras que Estados Unidos
se ha convertido en su encarnación misma.
Así que el discurso anual de Barack
Obama sobre el Estado de la Unión se transformó en un ejercicio excepcional de
la mentira. Ante los 538 miembros del Congreso
que lo aplaudían de pie, el presidente declaró: «Hay algo que no cambiará: nuestra
determinación de que los terroristas no lancen otros ataques contra nuestro
país.» Y también dijo: «En Siria, apoyaremos a los grupos
de oposición que rechazan los planes de las redes terroristas.»
Sin embargo,
cuando la delegación siria que participa en Ginebra 2 propuso a la delegación
que supuestamente debería representar a la «oposición» una moción basada única
y exclusivamente en las resoluciones 1267 y 1373 del Consejo de Seguridad de la
ONU condenando el terrorismo, los «opositores» rechazaron ese documento, sin que
Washington protestase en lo absoluto. Pero es normal que no hubiese tal
protesta dado que es Estados Unidos quien estimula el terrorismo… y que la
delegación de la «oposición» recibe órdenes directamente del embajador
estadounidense Robert S. Ford, incluso presente en Ginebra.
Robert S. Ford, trabajó como
asistente de John Negroponte en Irak. A principios de los años 1980, John Negroponte dirigió
la guerra estadounidense contra la revolución sandinista en Nicaragua
contratando para ello miles de mercenarios que, junto a algunos colaboradores
locales, fueron rápidamente identificados por la población nicaragüense como
«los Contras». La Corte Internacional de Justicia,
o sea el tribunal interno de las Naciones Unidas, condenó a Washington por
aquella injerencia, cuyo verdadero carácter se trataba de esconder. Más
tarde, en los años 2000, Negroponte y Ford aplicaron el mismo escenario en Irak. En aquel
momento, el objetivo era acabar con la resistencia nacionalista iraquí
utilizando contra ella a los hombres de al-Qaeda.
Esta vez, en
enero de 2014, mientras que los sirios y la delegación de la «oposición»
discutían en Ginebra, en Washington el presidente Obama proseguía su ejercicio de
hipocresía diciéndole al Congreso –cuyos miembros lo aplaudían mecánicamente– que
«luchamos contra el terrorismo no sólo a través de las actividades de
inteligencia y las operaciones militares sino también cuando permanecemos
fieles a los ideales de nuestra Constitución y dando el ejemplo al mundo (…) y
seguiremos trabajando con la comunidad internacional para dar nacimiento al
futuro que merece el pueblo sirio, un futuro sin dictadura, sin terror ni
miedo».
La guerra de la OTAN y del Consejo
de Cooperación del Golfo contra Siria ya ha dejado un saldo de 130 000 muertos –según las
cifras del MI6 divulgadas por el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos
(OSDH)–, muertos cuyos verdugos son los mismos que atribuyen la
responsabilidad de sus muertes al pueblo que se atreve a oponerles resistencia
y a su presidente, Bachar al-Assad.
Thierry Meyssan
Fuente
Red Voltaire
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