Siria: injerencia deliberada,
pretexto dudoso
por Général Dominique Delawarde
En momentos
en que algunos periodistas, al igual que el gobierno francés, ponen en duda la
lealtad de los franceses que cuestionan las acusaciones de los servicios de
inteligencia de Francia contra Siria, el general Dominique Delawarde viene a
poner el dedo sobre la llaga. Este general francés estima que las pruebas incuestionables
que ha presentado el poder político carecen de toda credibilidad desde el punto
de vista militar.
Por haber sido jefe del buró de
Situación-Inteligencia-Guerra Electrónica del estado mayor interarmas de
Planificación Operativa de la región de París, por haber servido por casi 2
años en el Medio Oriente –donde pasé 14 meses como jefe de la oficina de
inteligencia de la Fuerza Interina de Naciones Unidas en Líbano (FINUL), por
haber cumplido al menos una docena de estancias en la región (Qatar, Emiratos
Árabes Unidos, Kuwait), por haber servido durante 3 años en Estados Unidos como
oficial de enlace ante la Enseñanza Militar Superior estadounidense, me parece
que puede decir que conozco mejor que el ciudadano medio y también mejor que
algunos autoproclamados expertos lo que allí sucedía y los problemas del
Cercano y del Medio Oriente. Siempre me he mantenido informado sobre lo que
sucede en esa parte del mundo y, por ende, del tema que hoy nos preocupa: una
eventual intervención militar en Siria.
Este artículo tiene como objetivo exponer, respondiendo
varias preguntas simples. las razones precisas que motivan mis dudas en cuanto
a la pertinencia de una intervención. Se trata también de aportar elementos de
reflexión a quienes realmente desean estudiar el problema sin conformarse con
la verborrea del pensamiento predigerido ni con las afirmaciones perentorias de
los políticos de todos los bandos.
¿Son convincentes y creíbles las
pruebas incuestionables que el primer ministro presentó a los diputados?
Cualesquiera que sean esas pruebas,
mi respuesta es que no.
Es evidente que las pruebas pueden
ser incuestionables en la medida en que nadie dispone de elementos concretos
para cuestionarlas. Pero pueden ser falsas. Yo no tengo mala memoria y recuerdo
muy bien al general estadounidense Colin Powell presentando en Naciones Unidas,
con toda la tranquilidad del mundo, sus «falsas pruebas incuestionables»
fabricadas por la CIA sobre la existencia de armas de destrucción masiva en
Irak para justificar la intervención militar que vino después. Yo sé que en
Francia, país faro de la humanidad, nadie dice mentiras, pero nunca se sabe…
Personalmente, yo tengo la íntima
convicción de que, con la masacre química de Damasco, estamos ante una nueva
manipulación y trataré de convencer de ello al lector.
¿Quién se beneficia con esta
«masacre» del gas?
Podemos estar seguros de que no es
Bachar al-Assad, quien nunca se habría arriesgado a violar esa línea roja
establecida desde hace tiempo por los estadounidenses y los franco-británicos.
Él sabía que todo uso de gas tendría como consecuencia una intervención
occidental y significaría su propia caída a corto plazo. Él sabía que las
Naciones Unidas tenían un mandato para estudiar el uso de gases en Siria. Él
cuenta con arsenal suficiente como para golpear a sus adversarios sin tener que
recurrir a los gases. ¿Habría él asumido ese riesgo, precisamente en aquel
momento, sólo para matar a unos cientos de adversarios en la periferia de
Damasco, la capital del país, relativamente cerca de las delegaciones
diplomáticas extranjeras? Esa afirmación absurda cae por su propio peso.
Esa «masacre», cuya verdadera
magnitud nadie conoce, beneficia por lo tanto a los otros dos bandos implicados
en el asunto.
En primer lugar, beneficia a los opositores que, de
producirse una intervención, tienen las mayores posibilidades de ganar
rápidamente en su lucha y de tomar el poder en Siria.
Y beneficia también a los
estadounidenses y los franco-británicos, que desde hace tiempo quieren
debilitar al Hezbollah libanés y sobre todo a Irán (que es de hecho el blanco
principal debido a la cuestión nuclear), ya que privaría a ambos [al Hezbollah
y a Irán] de su aliado de siempre: la Siria de Bachar al-Assad.
¿Existen precedentes de ese tipo de
manipulación?
La respuesta es que sí existen.
Está el caso de Timisoara (diciembre de 1989) [en
Rumania], cuando los medios de difusión del mundo entero estuvieron repitiendo
durante casi 6 semanas la falsa información sobre una «masacre» de 4 600
muertos, contribuyendo así al derrocamiento de Nicolae Ceausescu. En
realidad, los opositores habían desenterrado cadáveres de los cementerios de la
ciudad, los habían atado con alambre de púas y habían grabado imágenes
horribles cuyo objetivo era poner a llorar a los telespectadores occidentales.
Luego, usando como pruebas aquellas imágenes manipuladas, divulgaron la enorme
cifra de 4 632 víctimas, que ni siquiera existían pero que nadie se atrevió a
poner en duda. Aquel truco funcionó y provocó la caída de Ceaucescu.
Cuando ya todo había terminado los
medios de difusión y los políticos occidentales tuvieron la elegancia de
disculparse por el error cometido y confesaron que habían sido manipulados…
pero ya habían logrado su objetivo.
Hubo otras dos manipulaciones de ese tipo en Bosnia y en
Kosovo cuando yo estaba en funciones. También tuvieron éxito y la opinión
[pública] y los medios nunca supieron los detalles.
¿Cómo puede haberse organizado una
manipulación con uso de gases por parte de la oposición?
Eso es bastante fácil de organizar…
La oposición toma un grupo de familias, hombres, mujeres,
niños y viejos sospechosos de estar a favor de Bachar y capturados en combates. Utiliza gases sacados de los
arsenales del Ejército Árabe Sirio por algún personal desertor. Usa los gases
contra esa gente y graba sus últimos y horribles instantes. Luego
recurre a la ONU y a Estados Unidos y ya está. Para rematar utilizan algunos
testigos de su propio bando para que se encarguen de contar algo bien horrible
y lanzan la cifra de 1 700 muertos, cifra imposible de verificar (como en
Timisoara) y empiezan a enviar a todo el mundo las imágenes más horribles.
Así se monta la manipulación…
Los servicios de inteligencia
franceses afirman que los rebeldes carecen de los conocimientos necesarios para
utilizar esos gases. Pero eso es olvidar demasiado rápido que los rebeldes
tienen respaldo y asesoramiento de los servicios especiales extranjeros, que a
su vez sí disponen de todos los conocimientos necesarios.
¿Por qué los alemanes, los
canadienses e incluso los diputados británicos dudan que esté justificada la
intervención militar?
Esos tres países se imaginan que muy
probablemente se trata de una manipulación. Ellos también tienen sus propios
servicios de inteligencia y un mínimo de sentido común. Y no quieren arriesgar
la vida de sus soldados basándose en pruebas que finalmente pueden resultar
falsas. Y también analizan las consecuencias de ese tipo de intervención. Así
que prefieren ocuparse de su economía en crisis y de su seguridad interna en
vez de prestarse –y a crédito, como lo ha hecho Francia– para ir por el mundo
haciendo el papel de justicieros.
Por otro lado, todo el mundo sabe
que los gases son volátiles y que el uso de gases en una zona urbanizada como
Damasco –densamente poblada– y cuyos habitantes son en su gran mayoría
partidarios de Bachar al-Assad podría volverse contra los autores de esa acción
al menor golpe de viento…
Ese uso de gases en la ciudad de
Damasco simplemente no resulta creíble. Es verdad lo que suele decirse de que
«mientras más increíble más creíble», pero en este caso es realmente demasiado…
¿Qué consecuencias regionales e
internacionales tendría una intervención militar contra Siria?
Para la
propia Siria, sólo una cosa estaría segura. La caída de Bachar al-Assad, jefe
de Estado laico, significará la debacle y el exilio para la población cristiana
y la población alauita que en su mayoría lo apoyaron durante muchos años, e
incluso para muchos sunnitas… así que habría nuevas masacres y nuevas multitudes de
refugiados… ¿Eso es lo que estamos buscando?
Para los israelíes, un Egipto y una
Siria debilitados, divididos y con economías afectadas por retroceso de 50 años,
dejan de representar una amenaza seria por mucho tiempo. Una
intervención estadounidense y franco-británica no es mal negocio para ellos, a
tal punto que tenemos que preguntarnos si estamos «trabajando» para ellos…
Al ser Irán el próximo blanco, cosa que
además todo el mundo sabe, es probable que muy rápidamente después de la
intervención haya una explosión del precio del petróleo, lo cual se traducirá
en nuevas dificultades para nuestras ya frágiles economías.
La intervención tendrá un costo para
un país ya exageradamente endeudado como el nuestro [Francia]. Y, por supuesto,
ese costo tendrá que asumirlo, directa o indirectamente, el contribuyente. A
menos que el gobierno realice la operación manteniéndose dentro del actual
presupuesto de Defensa, lo cual llevará a escalonar los gastos de equipamiento
y a retrasar –de nuevo– la modernización de nuestras fuerzas.
¿La participación francesa en una
intervención tiene que ver con el derecho de injerencia humanitaria y/o con el
respeto de las convenciones de Ginebra?
Si así
fuese, ¿por qué no propuso Francia una intervención militar en el momento de la
masacre de Gaza, en enero de 2009, con 1 300 muertos muy reales y bien
comprobados, entre ellos 900 civiles y 300 niños? El ejército israelí utilizó allí bombas
de fósforo vivo prohibidas por la Convención de Ginebra…
¿Será que hay un doble rasero? ¿Hay
masacres autorizadas o toleradas y masacres prohibidas?
Otros aspectos nebulosos que deben
hacernos reflexionar
El pasado 6 de mayo, Carla del Ponte, ex fiscal de la
Corte Penal Internacional, miembro de la comisión independiente con mandato de
la ONU para investigar sobre la utilización de gases en Siria, declaraba que
los rebeldes –no las fuerzas del régimen– utilizaron gas sarín.
Como no todas las verdades son
bienvenidas en el marco de una ONU ampliamente financiada por Estados Unidos, la
comisión independiente (que quizás lo es menos de lo que pensamos) declaró al
día siguiente que las pruebas no son suficientes para acusar formalmente a la
rebelión de haber usado gases…
Por otro lado, la misión de
observadores de la Liga Árabe enviada al principio del conflicto publicó un
informe muy equilibrado sobre la violencia en Siria, en enero de 2012. En ese
informe yo noté lo siguiente:
«28 – La misión observó la emisión de
informes falsos provenientes de varias partes en los que se hablaba de varios
atentados con bombas y de violencia en varias regiones. Cuando los observadores
se dirigieron a esas zonas para investigar, los datos recogidos mostraron que
aquellos informes no eran creíbles.
29 – La misión también observó,
basándose en los documentos y los informes provenientes de equipos en el
terreno, que hay exageraciones mediáticas
sobre la naturaleza y envergadura de los incidentes y de las personas muertas o
heridas como resultado de los incidentes y de las manifestaciones que han
tenido lugar en algunas ciudades.» [1]
Aquel excelente informe elaborado
por una comisión mayoritariamente sunnita –y por ende más bien anti-Bachar– no
era al parecer lo bastante anti-Bachar como para que se mencionara en los
medios de prensa occidentales. Pero merece ser leído con la mayor atención.
Para quienes tengan intenciones de informarse más allá del predigerido
pensamiento político francés, basta con que lean ese informe.
En conclusión, a estas alturas
ustedes ya deben haber entendido que no creo ni por un instante que las
«pruebas irrefutables» francesas, cualesquiera que sean, puedan justificar,
hasta este momento, una intervención militar, sea cual sea la envergadura de
esa intervención. Evidentemente, yo sé también que gran parte de las fuerzas
rebeldes se componen de mercenarios financiados por Qatar y Arabia Saudita
(sunnitas wahabitas) en el marco de su cruzada contra los alauitas y los
chiitas. Esa fuerza rebelde, respaldada por los estadounidenses y los
franco-británicos, no tiene por lo tanto nada que ver con un «Ejército Sirio
Libre».
La ONU presentará su informe a más tardar en unas
semanas. ¿Será imparcial? Así lo espero. Pero yo sé también que el
financiamiento proveniente de Estados Unidos es vital para la ONU y que a esta
última a veces le resulta difícil ser verdaderamente independiente.
Quisiera terminar diciendo que no
soy un partidario de Bachar al-Assad, lejos de ello. Pero Assad es muy
probablemente menos peor que el que pudiera tomar su lugar. La justificación y
las consecuencias de nuestros actos deben ser examinadas mucho más seriamente
de lo que lo han sido hasta hoy.
No puedo menos que resaltar al final
de este trabajo que la «comunidad internacional», término que nuestros
políticos usan indebidamente y que nuestros periodistas repiten sin descanso
durante todo el día, no parece contar en este momento más que 3 países: Estados
Unidos, Gran Bretaña y Francia, 3 países que representan menos del 8% de la
población mundial.
Las posiciones de China, de la India, Rusia, Brasil,
Japón y Alemania prácticamente no se mencionan en los debates internacionales,
incluyendo el debate sobre Siria, a pesar de que esos países constituyen más
del 60% de la población mundial. ¿Son o no esos países parte de la
comunidad internacional? También habría que reflexionar sobre eso…
Général Dominique Delawarde
Fuente: Red voltaire
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