27 años después de la caída del muro
de Berlín
El Brexit redistribuye las cartas de
la geopolítica mundial
La prensa internacional se esfuerza ahora por imaginar cómo
podría reactivarse la construcción europea, manteniendo a Rusia fuera de ella
y, en lo adelante, sin poder contar con el Reino Unido. Por su parte, Thierry
Meyssan estima que ya nada podrá evitar el derrumbe del sistema. Pero señala
que lo que está en juego no es la Unión Europea en sí sino todo el conjunto de
instituciones que permiten la dominación de Estados Unidos a nivel mundial e
incluso la integridad misma de este último país.
Favorable al Brexit, la reina Isabel II tiene ahora la
posibilidad de reorientar su país hacia el yuan.
Nadie parece entender las verdaderas consecuencias de la
decisión británica de abandonar la Unión Europea. Los comentaristas, que se
limitan a interpretar la política al nivel de los politiqueros y han perdido
desde hace tiempo el conocimiento verdadero de los juegos de intereses
regionales, se han focalizado en los detalles de una campaña absurda,
protagonizada por dos bandos: el de los adversarios de una inmigración
incontrolada y el de quienes amenazan al Reino Unido con los peores tormentos y
calamidades.
Sin embargo, lo que realmente está en juego en esta decisión
nada tiene que ver con esos temas. La diferencia entre la realidad y el
discurso político-mediático es la mejor muestra de la enfermedad que padecen
las élites occidentales: su incompetencia.
Aunque el velo se desgarra ante nuestro ojos, nuestras élites
siguen sin entender la situación y están en una posición análoga a la del
Partido Comunista de la Unión Soviética, que no supo prever las consecuencias
de la caída del muro de Berlín, en noviembre de 1989: disolución de la URSS en
diciembre de 1991; disolución del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME, también
conocido bajo las siglas COMECON); disolución del Pacto de Varsovia, 6
meses después; y los intentos de desmantelamiento de la propia Rusia, que
estuvo a punto de perder Chechenia.
En un futuro muy próximo, asistiremos –siguiendo esa misma
mecánica– a la disolución de la Unión Europea; posteriormente, a la disolución de la
OTAN; e incluso, si no tienen mucho cuidado, al desmantelamiento de Estados
Unidos.
¿Qué intereses se mueven detrás del
Brexit?
A pesar de lo que parece indicar la fanfarronería de Nigel
Farage, el UKIP no provocó el referéndum que acaba ganar. La decisión de
organizar esa consulta fue impuesta al primer ministro David Cameron por un
grupo de miembros del Partido Conservador.
Esos personajes estiman que la política de Londres debe
consistir en adaptarse de forma pragmática a la evolución del mundo. Esta
«nación de tenderos» –así la llamaba Napoleón– observa que Estados Unidos ya no
es la primera economía mundial, ni la primera potencia militar. Así que ya no
hay razones para tratar de seguir siendo sus socios más cercanos.
De la misma manera que Margaret Thatcher, quien no vaciló en destruir la
industria británica para transformar su país en polo financiero mundial,
exactamente de esa misma manera, esas personalidades conservadoras no han
vacilado en abrir el camino a la independencia de Escocia y de Irlanda del
Norte, y por ende a la pérdida del petróleo del Mar del Norte, con tal de convertir la City en el primer
centro financiero offshore del yuan.
La campaña a favor del Brexit contó con amplio apoyo de parte
de la gentry [la nobleza media y clases adineradas] y del palacio de
Buckingham, que movilizaron la prensa popular para llamar los electores a
recuperar la independencia del país.
Al contrario de lo que afirma la prensa europea, la salida de los británicos de la Unión Europea no
será lenta porque la UE se derrumbará rápidamente, antes de que transcurra el
tiempo necesario para el cumplimiento de las negociaciones burocráticas de
dicha salida. En el pasado, los Estados miembros del CAME no
tuvieron que negociar su salida de ese órgano de integración económica ya que
este simplemente dejó de funcionar en cuanto comenzó el movimiento de
centrífuga. Los Estados miembros de la Unión Europea que se aferran a las ramas y se
empecinan en querer salvar lo que queda de la Unión, van a dejar pasar la
posibilidad de adaptarse a la nueva situación y se verán en peligro de sufrir
las dolorosas convulsiones que caracterizaron los primeros años de la nueva
Rusia: caída vertiginosa del nivel de vida… y de la esperanza de vida.
Para el centenar de miles de empleados, funcionarios electos
y colaboradores europeos que inevitablemente perderán sus empleos y para las
élites nacionales que también dependen de ese sistema, lo más conveniente sería
reformar urgentemente las instituciones para tratar de salvarlas. Todos creen,
erróneamente, que el Brexit abre una brecha que los euroescépticos van a tratar
de aprovechar. Pero el Brexit no pasa de
ser una respuesta a la decadencia de Estados Unidos.
El
Pentágono, que actualmente prepara la cumbre de la OTAN en Varsovia, tampoco ha
entendido que ya no está en condiciones de imponer a sus aliados el aumento de
sus presupuestos militares y de obligarlos a respaldar sus aventuras bélicas. La dominación
de Washington sobre el resto del mundo ha llegado a su fin.
Estamos cambiando de era. ¿Qué es lo
que va a cambiar?
La caída del bloque soviético fue, en primer lugar, la muerte
de una visión del mundo. Los soviéticos y sus aliados querían construir una
sociedad solidaria, que pondría en común la mayor cantidad posible de cosas.
Pero acabaron lastrados por una enorme burocracia y dirigentes anquilosados.
El muro de Berlín no fue derribado por los anticomunistas
sino que cayó ante el empuje de una coalición de las juventudes comunistas y
las iglesias luteranas. Querían refundar el ideal comunista sin la tutela
soviética, sin policía política, ni burocracia. Pero las traicionaron sus
élites que, después de haber servido los intereses de los soviéticos, se
dedicaron con el mismo celo a servir los intereses de Estados Unidos. Los electores
más comprometidos con el Brexit quieren, en primer lugar, recuperar su
soberanía nacional y hacer pagar a los dirigentes del oeste de Europa la
arrogancia con la que les impusieron el Tratado de Lisboa, a pesar de que los
pueblos habían rechazado, en 2004-2007, el proyecto de Constitución Europea.
Pero es posible que esos electores
también sufran una decepción ante lo que viene.
El
Brexit marca el fin de la dominación ideológica de Estados Unidos, de la democracia barata de las
«Cuatro Libertades». En 1941, en su discurso sobre el Estado de la Unión, el
presidente estadounidense Roosevelt las definió como (1) la libertad de palabra
y de expresión, (2) la libertad de cada cual de honrar a Dios como le parezca,
(3) la libertad de vivir sin penuria y (4) la libertad de vivir sin miedo [a
una agresión extranjera]. Si los ingleses quieren volver a sus propias
tradiciones, los ciudadanos de Europa continental volverán a los
cuestionamientos de la Revolución Francesa y la Revolución Rusa sobre la
legitimidad del poder y modificarán profundamente sus instituciones, llegando
incluso a correr el riesgo de ver resurgir el conflicto franco-alemán.
El
Brexit también marca el fin de la dominación militaro-economica de Estados
Unidos –ya que la OTAN y la Unión Europea no
pasan de ser las dos caras de la misma moneda, a pesar de que instaurar la Política Exterior y de
Seguridad Común llevó más tiempo que implementar el libre intercambio
comercial. Yo redactaba hace poco una nota sobre esa política ante Siria.
Analicé todos los documentos internos de la Unión Europea, los públicos y los
que no se han publicado, y llegué a la conclusión de que fueron redactados sin
ningún conocimiento sobre lo que realmente pasa en el terreno, pero a partir de
las notas del ministerio alemán de Relaciones Exteriores, que a su vez
reproduce las instrucciones del Departamento de Estado de Estados Unidos. Hace
varios años hice un trabajo similar para otro país y llegué a una conclusión
también similar, sólo que en aquel momento el “intermediario” no era el
gobierno alemán sino el gobierno francés.
Primeras consecuencias dentro de la
Unión Europea
En este momento, varios sindicatos franceses luchan contra el
proyecto de ley sobre el Trabajo redactado por el gobierno de Manuel Valls y
basado en un informe de la Unión Europea, informe que a su vez retoma las
instrucciones del Departamento de Estado de Estados Unidos. Aunque la
movilización de la CGT [1] ya permitió que los franceses descubrieran el papel
de la Unión Europea en el asunto, el hecho es que todavía no acaban de entender
la relación entre la UE y Estados Unidos. Han entendido que, al invertir las
normas y anteponer los acuerdos a nivel de empresa a los acuerdos ramales, el
gobierno cuestiona el predominio de la Ley sobre los contratos. Pero no conocen
la estrategia de Joseph Korbel y sus dos hijas –su hija biológica, la demócrata
Madeleine Albright, y su hija adoptiva, la republicana Condoleezza Rice. El
profesor Korbel aseguraba que, para dominar el mundo, Washington no tenía más
que imponer una rescritura de las relaciones internacionales en términos
jurídicos anglosajones. Efectivamente, al poner el contrato por encima de la
Ley, el derecho anglosajón privilegia a la larga a los ricos y poderosos en
relación con los pobres y los miserables.
Es probable que los franceses, los holandeses, los daneses y
otros pueblos también traten de separarse de la Unión Europea. Para lograrlo,
tendrán que enfrentarse a las clases dirigentes de sus países. ¿Cuánto puede
durar esa lucha? Es imposible predecirlo, pero es indudable el resultado. En
todo caso, en medio del periodo de cambio que ya se anuncia, manipular a los
obreros franceses resultara muy difícil. No será así con sus homólogos
ingleses, actualmente desorganizados.
Primeras consecuencias para el Reino
Unido
El
primer ministro David Cameron utilizó las vacaciones de verano como pretexto
para posponer su renuncia hasta octubre. Su sucesor, que sería en principio Boris Johnson, tiene así
tiempo para preparar el cambio y aplicarlo en cuanto entre en Downing Street. El Reino Unido
no esperará hasta su salida definitiva de la Unión Europea para seguir su
propia política, comenzando por apartarse de la política de sanciones contra
Rusia y Siria.
Al contrario de lo que hoy escribe la prensa europea, el Brexit no afectará directamente a la City de
Londres, o sea a la gran finanza. Dado su particular estatus de
Estado independiente bajo la autoridad directa de la Corona, la City no ha sido
nunca parte de la Unión Europea. Por supuesto, ya no podrá seguir siendo sede
de algunas casas madres de empresas que tendrán que replegarse hacia los
territorios de la Unión Europea. Pero podrá utilizar la soberanía de Londres
para desarrollar el mercado del yuan. Ya en abril, la City obtuvo los
privilegios necesarios para ello mediante la firma de un acuerdo con el Banco
Central chino. Y también desarrollará sus actividades como paraíso fiscal para
los europeos.
Si bien es cierto que el Brexit desorganizará temporalmente
la economía británica, en espera de la adopción de nuevas reglas, es muy
probable que el Reino Unido –o al menos Inglaterra– se reorganice rápidamente
para sacar el mayor provecho de su nueva situación. Queda por ver si los
promotores de este terremoto tendrán la sabiduría de hacer que también
beneficie a su pueblo: el Brexit es un regreso a la soberanía nacional, pero no
garantiza la soberanía popular.
El panorama internacional puede evolucionar de maneras muy
diferentes, en función de las reacciones que ya aparecen. Pero, aunque algunos
pueblos se vean afectados, ese panorama será mucho más realista, tanto como los
británicos, en lugar de aferrarse a un sueño hasta acabar estrellándose contra
la dura realidad.
Thierry
Meyssan
[1] La CGT (Confederación General del
Trabajo), es la organización obrera más importante de Francia. Nota de la Red
Voltaire.
Fuente: red voltaire
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