Argentinos contra Monsanto: “Tenemos
el monstruo encima”
Por noticiasdeabajo
Por Fabiana Frayssinet
Inter Press Service (IPS)
La guardia
de infantería formada ante la entrada a la fábrica en construcción de Monsanto. Crédito: Fotograma de un vídeo
colocado en la página de Facebook Acampe
MALVINAS
ARGENTINAS, Córdoba, Argentina, 30 nov 2013 (IPS) - Había una
vez trabajadoras hogareñas, comerciantes y empleadas municipales de un pueblo
tranquilo en el centro de Argentina. Hasta que llegó Monsanto, la
corporación estadounidense de biotecnología.
Inventora del herbicida glifosato y
una de las principales fabricantes de semillas genéticamente modificadas del
mundo, Monsanto construye una de sus
plantas “más grandes” para acondicionar simientes de maíz en Malvinas Argentinas,
municipio de 15.000 habitantes situado 17 kilómetros al este de la capital de
la provincia de Córdoba.
La planta comenzaría a funcionar en
marzo de 2014, pero la obra fue paralizada en octubre en medio de protestas y
demandas judiciales de los vecinos, que desde el 18 de septiembre
mantienen bloqueado el acceso al recinto.
Este sábado 30 por la mañana la
guardia de infantería se presentó en el lugar, como muestra este video colocado
en Facebook, y escoltó la salida de varios camiones que habían ingresado
por la fuerza el jueves 28, cuando miembros del sindicato de la
construcción irrumpieron en el campamento de vecinos intentando romper el
bloqueo, lo que dejó más de 20 heridos.
A este movimiento vecinal no le
gusta definirse como ambientalista ni que le atribuyan banderas partidarias. La
mayoría son mujeres.
En Malvinas Argentinas todos conocen
a alguien con problemas respiratorios o alergias que coinciden con fumigaciones
sobre los campos de Córdoba, una de las mayores productoras de soja transgénica
de este país.
Las denuncias de médicos también
reportan casos crecientes de cáncer y malformaciones congénitas.
Pero todo se soportaba con
estoicismo hasta que llegó Monsanto.
“Participo por el temor a la
enfermedad y a la muerte”, dijo a Tierramérica la vecina María Torres. “Mi hijo
ya está enfermo y si viene Monsanto va a ser peor”, agregó mientras caminaba en
medio de una manifestación que acompañó esta periodista a mediados de
noviembre.
Un niño participa de la marcha desde la plaza central de
Malvinas Argentinas hasta el predio bloqueado donde Monsanto intenta construir
una planta. Crédito: Fabiana Frayssinet/IPS
Su niño de 13 años quedó en casa con
sinusitis y hemorragia nasal. “Malvinas es un pueblo con mucha gente con los
mismos síntomas”, se lamentó.
La mayoría de las aspersiones se
realizan con Roundup, marca comercial del glifosato de Monsanto.
Según la Red Universitaria de
Ambiente y Salud – Médicos de Pueblos Fumigados, la fumigación se expande por
casi 22 millones de hectáreas plantadas con soja, maíz y otros cultivos
transgénicos en 12 provincias argentinas en cuyos pueblos viven unos 12
millones de personas.
Eli Leiria se sumó a la protesta.
Ella sufre problemas como pérdida de peso. Los médicos hallaron glifosato en su
sangre. “Dicen que es como si un tornado hubiera pasado por mi cuerpo”, relató.
El biólogo Raúl
Montenegro, de la Universidad Nacional de Córdoba y galardonado en 2004 con el Right
Livelihood Award (premio Nobel Alternativo), explicó a Tierramérica que no hay
monitoreos oficiales de morbilidad y mortalidad para comprobar si las
crecientes dolencias que observan los médicos son efecto de los plaguicidas.
Tampoco existe un control adecuado
de los contenidos de plaguicidas en la sangre, ni un monitoreo ambiental que
detecte esos residuos en tanques de agua, por ejemplo, agregó Montenegro,
presidente de la Fundación para la Defensa del Ambiente.
Esas circunstancias convierten a
Argentina, y “a su modo también a Brasil“, en “paraíso” para empresas como
Monsanto, opinó.
Las entidades del Estado que
autorizan el uso de plaguicidas se apoyan en “su mayor parte en aportes
técnicos de las propias empresas”, dijo.
La presidenta de Argentina, Cristina
Fernández, creó en 2009 la Comisión Nacional de Investigación sobre
Agroquímicos, para investigar, prevenir y tratar sus efectos en la salud humana
y ambiental.
Pero Argentina es también
un “paraíso” de los transgénicos, cuya autorización depende de
“información técnica principalmente aportada por las corporaciones
biotecnológicas”, aseveró Montenegro.
Una planta de transgénicos “no es
una fábrica de pan… fabrica veneno”, dijo el maestro Matías Marizza, de
la Asamblea Malvinas Lucha por la Vida.
Montenegro cuestiona que la Secretaría
de Ambiente de Córdoba autorizara la construcción sin haber contemplado el
análisis de una comisión interdisciplinaria independiente.
El proceso de los transgénicos
involucra “plaguicidas externos”, como los que se fumigan, y
plaguicidas que “salen de adentro” de las semillas, como la proteína
insecticida CryIAb que produce el propio maíz MON 810, explicó.
Cada grano de ese maíz tiene entre
190 y 390 nanogramos de ese componente, cuyos impactos en la salud y en la
biodiversidad no están claros.
“En Canadá se encontró que mujeres
embarazadas y no embarazadas tenían proteína insecticida en sangre”, lo que
contradice la explicación de Monsanto: que esas proteínas son anuladas en el
aparato digestivo, agregó el biólogo.
Según un documento de la Red
Universitaria, las semillas de la planta de Malvinas Argentinas serán
impregnadas de sustancias como propoxur, deltametrina, pirimifós,
tryfloxistrobin, ipconazole, metalaxyl y sobre todo clotianidina, un
insecticida prohibido en la Unión Europea.
Hasta ahora, las instalaciones han
permanecido bloqueadas por cinco campamentos, con hombres y mujeres –algunas
con sus hijos— alternándose para impedir la entrada de camiones.
Daniela Pérez, madre de cinco hijos,
contó a Tierramérica que este “era un pueblo tranquilo”, donde la gente apenas
se quejaba por problemas como la falta de pavimento.
“Ahora lo
que está en juego es la salud de los niños. Nos da una impotencia… no hay nadie
que nos defienda”, dijo.
Soledad Escobar tiene cuatro hijos
que van a una escuela situada junto al predio de la planta.
“Me preocupan los silos y los
productos químicos que usan. Con el cambio de clima en Córdoba tenemos viento
todo el año y el colegio está al lado, yo vivo enfrente”, dijo.
“No es cierto
lo que dicen la televisión y los diarios que hay metidos partidos políticos… la
mayoría somos madres que tenemos miedo por nuestros hijos”, agregó Beba
Figueroa.
Ellas aseguran que muchos vecinos no
participan por temor a perder empleos municipales y ayudas sociales.
La manifestación que acompañó
Tierramérica desde la plaza del pueblo hasta el “acampe”, tenía un clima
festivo, al ritmo de coloridas murgas del carnaval rioplatense, muy diferente a
la tensión y la violencia que se dispararían días después.
Como otros vecinos de este barrio
obrero, Matías Mansilla, su esposa y su bebé salieron a la puerta de una casa
humilde para ver el “carnaval por la vida”.
Mansilla no participa, pero apoya la
causa “por las enfermedades que ha habido en otros lados”.
Una encuesta realizada por dos
universidades y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
reveló que 87 por ciento de los entrevistados
del pueblo quieren una consulta popular para decidir y 58 por ciento rechazan
la planta de Monsanto.
Ni el gobierno provincial ni la
empresa respondieron al pedido de entrevista de Tierramérica.
En varios textos publicados en su
portal, Monsanto se dice comprometida con la “agricultura sustentable”. Un
comunicado emitido en septiembre señala que la obra cuenta con “las
aprobaciones correspondientes” del Concejo Deliberante de Malvinas Argentinas, y
que el Estudio de Impacto Ambiental está en análisis del gobierno provincial.
Monsanto repudió las “campañas
sucias que manipulan la información técnica para crear miedo” y “las mentiras,
en nombre del ambientalismo,” que “enmascaran intereses espurios”.
En abril, el Tribunal Superior de
Justicia provincial desestimó una solicitud de medida cautelar presentada por
los vecinos para suspender la obra.
En estos meses, la represión
policial no ha faltado y tampoco las amenazas.
Malvinas Argentinas es parte de un
movimiento que crece en distintos lugares del mundo contra Monsanto.
En este pueblo las protestas
llegaron a convocar a 8.000 personas, según Marizza. No es para menos, dice. “Tenemos
el monstruo encima”.
Fuente: www.ipsnoticias.net/2013/11/argentinos-versus-monsanto-tenemos-el-monstruo-encima/
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