El informe senatorial sobre la
tortura confirma que al-Qaeda no está implicada en los atentados del 11 de
Septiembre
por Thierry Meyssan
Los fragmentos del informe de la Comisión
senatorial estadounidense sobre el programa secreto de torturas de la CIA
revelan los contornos de una organización criminal de gran envergadura. Después
de leer cuidadosamente las 525 páginas de ese informe, Thierry Meyssan
encuentra en ese documento estadounidense la prueba de lo que él ha venido
proclamando desde hace años.
El 9 de
diciembre de 2014, Dianne Feinstein, presidenta de la Comisión del Senado
estadounidense a cargo de los servicios de inteligencia, hizo público un
fragmento de su informe clasificado sobre el programa secreto de torturas de la
CIA [1].
Presentación del informe
El fragmento desclasificado sólo
representa una doceava parte del informe inicial.
El informe en sí no trata sobre el vasto sistema
de secuestros y encarcelamientos arbitrarios que la US Navy instauró bajo los
mandatos del presidente George W Bush Jr., programa que dio lugar a los
secuestros de más de 80 000 personas en todo el mundo y al encierro de esos
secuestrados en 17 barcos estacionados en aguas internacionales (se trata de los navíos: USS Bataan, USS
Peleliu, USS Ashland, USNS Stockham, USNS Watson, USNS Watkins, USNS Sister,
USNS Charlton, USNS Pomeroy, USNS Red Cloud, USNS Soderman, USNS Dahl, MV PFC
William B Baugh, MV Alex Bonnyman, MV Franklin J Phillips, MV Louis J Huage
Jr., MV James Anderson Jr.). El texto se limita al estudio de 119 casos de
personas utilizadas como conejillos de Indias en la realización de experimentos
sicológicos en [la base naval estadounidense] de Guantánamo y en unas 50
cárceles secretas, desde el año 2002 y hasta finales de 2009, o sea un año
después de la elección del actual presidente Barack Obama.
Los fragmentos del informe no
indican bajo qué criterios fueron seleccionados esos cobayos humanos. Se limitan
a indicar que cada prisionero denunciaba al siguiente y también indican que
esas confesiones no les fueron arrancadas sino inculcadas. En otras palabras, lo que hizo la CIA fue justificar sus
propias decisiones fabricando denuncias que las confirmaban a posteriori.
En el informe inicial, los nombres de los
agentes y de los contratistas de la CIA implicados fueron reemplazados por
seudónimos. Además, los fragmentos desclasificados han sido ampliamente
censurados, fundamentalmente para borrar los nombres de los cómplices
extranjeros de la CIA.
El contenido del informe
He leído detenidamente las 525 páginas de
fragmentos provenientes del informe. A pesar de ello, estoy aún lejos de haber
sacado de esos fragmentos toda la información que puede obtenerse de ellos ya
que habrá que realizar numerosas investigaciones para poder interpretar los
párrafos mutilados por la censura.
Las sesiones de condicionamiento se
realizaban en unas 50 cárceles secretas bajo la responsabilidad de «Alec Station», la unidad de la CIA a
cargo de la búsqueda de Osama Ben Laden. Las infraestructuras, el personal y
los transportes funcionaban bajo la responsabilidad del «Grupo de Capitulación y Detención» de la CIA. Las sesiones se
concebían y realizaban bajo la supervisión de 2 sicólogos contratados que
incluso crearon una firma en 2005. Las
autorizaciones para la aplicación de las técnicas de condicionamiento se
concedían desde el más alto nivel, sin especificar que el objetivo de esas
torturas no era arrancar información a las víctimas sino condicionarlas.
El vicepresidente de Estados Unidos Dick
Cheney; la consejera de Seguridad Nacional Condoleezza Rice; el secretario de
Justicia John Ashcroft; el secretario de Defensa Donald Rumsfeld; el secretario
de Estado Colin Powell y el director de la CIA George Tenet participaron en
reuniones sobre ese tema realizadas en la Casa Blanca. Asistieron a
simulaciones en la Casa Blanca y visionaron grabaciones de video de varias
sesiones, grabaciones que posteriormente fueron destruidas ilegalmente. Es
evidente que el objetivo de aquellas reuniones era implicar a esas
personalidades, pero no resulta posible determinar cuáles de ellas sabían para
qué se utilizaban esas técnicas.
Sin embargo, en junio de 2007, el contratista
de la CIA que supervisaba aquellos experimentos explicó personalmente a
Condoleezza Rice en qué consistían. La consejera de Seguridad Nacional autorizó
la continuación de los experimentos, limitándose a reducir la cantidad de
torturas autorizadas.
Los fragmentos publicados del informe
contienen un análisis detallado de cómo la CIA mintió a las demás ramas de la
administración Bush, a los medios de prensa y al Congreso.
James Mitchell y Bruce Jensen, supervisores
del programa de condicionamiento de la CIA. En 2012 Mitchell fue designado
obispo mormón pero tuvo que dimitir cuando la Iglesia de Jesucristo de los
Santos de los Últimos Días descubrió a qué se dedicaba.
Los experimentos del profesor Martin
Seligman
Los fragmentos del informe que se han dado a
conocer confirman que la CIA realizó experimentos basados en los trabajos del
profesor Martin Seligman (teoría de «la
impotencia aprendida»). El objetivo de
los experimentos no era obtener confesiones ni información sino inculcar a los
torturados un discurso o un comportamiento.
La mayoría de las citaciones que la prensa ha
publicado tienden a confundir al público. En efecto, la CIA se refiere a los «métodos de condicionamiento»
llamándolos «métodos de interrogatorio no
estándares» (non-standard means of
interrogation). Sacada de su contexto, esa denominación hace pensar que el
término «interrogatorio» designa la
búsqueda de información cuando en realidad designa el condicionamiento de las
víctimas.
Todos los nombres de los torturadores fueron
censurados en la parte desclasificada del informe. A pesar de ello, es evidente
que bajo el seudónimo de “Grayson Swigert” se esconde Bruce Jessen mientras que
James Mitchell aparece en el informe como “Hammond Dunbar”.
Bruce Jessen y James Mitchell supervisaron el
programa desde el 12 de abril de 2002. Estaban físicamente presentes en las
cárceles secretas. En 2005, formaron juntos una firma comercial, Mitchell, Jessen & Associates,
designada en el informe como “Company Y”. Desde el año 2005 y hasta 2010, esa
firma recibió pagos ascendentes a 81 millones de dólares. Posteriormente, el US
Army [las fuerzas terrestres de Estados Unidos] los empleó para que dirigieran
un programa sobre el comportamiento aplicado a 1,1 millones de soldados estadounidenses.
En mayo de 2003, un «senior officer» de la CIA recurrió al inspector general de la
agencia señalando que los trabajos del profesor Seligman se basaban en las
torturas que se aplicaban en Vietnam del Norte para obtener «confesiones con fines propagandísticos».
Aquel oficial cuestionaba el programa de condicionamiento. Pero su denuncia no
tuvo consecuencias. En todo, la denuncia contenía un pequeño error: se refería
a Vietnam del Norte. Los trabajos de Seligman, al igual que las prácticas de
los norvietnamitas, se basaban en trabajos coreanos.
Cómo se protegieron los torturadores
Según la Comisión senatorial, el programa de
tortura de la CIA respondía a una orden del presidente George W. Bush emitida
el 17 de septiembre de 2001, o sea 6 días después de los atentados contra los
Torres Gemelas y el Pentágono. Tenía como único objetivo proporcionar medios
extraordinarios para la investigación sobre los atentados del 11 de septiembre
de 2001. Pero ese programa se desarrolló de
inmediato en violación de varias instrucciones del presidente. Por
consiguiente, a partir de la realización de los atentados, la CIA, a espaldas
de la Casa Blanca, se esforzó por fabricar falsos testimonios que
“demostrarían” la culpabilidad de al-Qaeda.
El presidente George W. Bush y los miembros
del Congreso fueron engañados por la CIA que
- obtuvo autorizaciones para
recurrir a ciertas torturas disimulando el objetivo final de tales
procedimientos
- y presentó falsamente como
información obtenida bajo la tortura lo que en realidad eran confesiones
inculcadas.
El 6 de septiembre de 2006, cuando el
presidente Bush reconoció la existencia del programa secreto de torturas de la
CIA, defendió esa práctica argumentando que había permitido la obtención de
información que sirvió para salvar vidas. Bush se basaba
en los informes plagados de falsedades proporcionados por la CIA e ignoraba
que, en vez de buscar pruebas, la agencia se dedicaba a fabricarlas.
A partir de entonces, la prensa atlantista se hundió en la barbarie y comenzó a
debatir sobre la justificación de la tortura presentándola como algo malo que
permitía lograr algo bueno.
Los torturadores tuvieron la precaución de
dotarse de una cobertura jurídica. Para ello pidieron que el Departamento de
Justicia los utilizara a torturar. Pero el Departamento de Justicia se
pronunció únicamente sobre la legalidad de los métodos utilizados (aislamiento,
encierro en una caja de pequeñas dimensiones, simulacros de enterramientos, uso
de insectos, etc.) en vez de pronunciarse sobre el programa en su conjunto. La
mayoría de los juristas autorizaban solamente algunas posturas en particular,
pasando por alto las consecuencias síquicas que podían acarrear cuando se
combinaban unas con otras. En agosto de 2002 ya se habían obtenido todas las autorizaciones.
Los dirigentes de la CIA que autorizaron esos
experimentos especificaron por escrito que había que incinerar los cadáveres si
las personas utilizadas como cobayos morían durante el proceso de
condicionamiento y que a los sobrevivientes había que mantenerlos encerrados
por el resto de sus días.
Confesiones fabricadas
Para que se entienda bien, la Comisión
senatorial no dice que las confesiones de los detenidos de la CIA son
legalmente incorrectas por haber sido obtenidas bajo la tortura. Lo que expone
es que la CIA no interrogó a esos detenidos sino que los condicionó para que
declararan sobre situaciones y actos con los que no tenían nada que ver. La
Comisión precisa que los agentes de la CIA ni siquiera trataron de informarse sobre
lo que los detenidos ya habían declarado o confesado a las autoridades que los
habían arrestado. En otras palabras, no sólo la CIA
no trató de saber si al-Qaeda estaba implicada o no en los atentados del 11 de
septiembre sino que su acción tuvo como único objetivo fabricar testimonios
falsos para demostrar falsamente una supuesta implicación de al-Qaeda en los
atentados del 11 de septiembre.
La Comisión senatorial no discute si las
confesiones de los cobayos humanos les fueron arrancadas o si les fueron
inculcadas. Pero, después de explicar que los supervisores no eran expertos en
interrogatorios sino en condicionamiento, detalla ampliamente el hecho que
ninguna de esas «confesiones»
permitió anticipar nada. Demuestra que la CIA mintió al afirmar que habían
permitido impedir otros atentados. La Comisión no escribe que la información
sobre al Qaeda proveniente de aquellas confesiones son fabricadas pero señala
que todo lo que se podía verificar era falso. De esa manera, la Comisión desmiente explícitamente los argumentos
utilizados para justificar la tortura y anula implícitamente los testimonios
utilizados para vincular al-Qaeda con los atentados del 11 de septiembre.
Ese informe confirma, de manera oficial,
varias informaciones que nosotros ya habíamos presentado a nuestros lectores y
que contradicen e invalidan los trabajos de los tanques pensantes atlantistas,
de las universidades y de la prensa desde el 11 de septiembre, tanto en lo
tocante a los atentados de 2001 como en lo que concierne a al-Qaeda.
Como resultado de la publicación de los
fragmentos del informe queda
demostrado que todos los testimonios citados en el informe de la Comisión
Presidencial Investigadora sobre el 11 de Septiembre que vinculan a al-Qaeda
con esos atentados son falsos. Ya no existe en este momento el menor
indicio que permita atribuir esos atentados a al-Qaeda: no existe ninguna
prueba de que las 19 personas acusadas como secuestradores aéreos estuviesen
aquel día en ninguno de los 4 aviones y tampoco es cierto ninguno de los
testimonios de ex miembros de al-Qaeda que se atribuyen la autoría de los
atentados [2].
Martin Seligman concibió el programa de
condicionamiento de la CIA.
El informe confirma lo que ya
revelamos en 2009
En octubre de 2009 publiqué un estudio sobre
ese tema en la revista rusa Odnako [3]. Afirmaba
en ese trabajo que Guantánamo no era un centro de interrogatorio sino de
condicionamiento. También cuestionaba personalmente al profesor Seligman.
Un año más tarde, luego de la publicación de la traducción de aquel artículo al
inglés, sicólogos estadounidenses hicieron campaña exigiendo que Martin
Seligman diese explicaciones sobre el asunto. La respuesta de Seligman
consistió únicamente en negar su papel como torturador y emprender una acción legal
simultánea contra mí y contra la Red Voltaire tanto en Francia como en Líbano,
país donde yo residía en aquel momento. Pero finalmente, el profesor Seligman
ordenó a sus abogados suspender toda acción legal cuando publicamos una de sus
cartas acompañada de una explicación de texto [4]. Martin Seligman
emprendió igualmente acciones legales contra todos los que abordaron el tema,
como Bryant Weich del Hunffington Post [5].
John O. Brennan fue director adjunto de la
CIA desde el año 2001 hasta el 2005 y director del Centro Nacional
Antiterrorista. Brennan fue el principal artífice del programa secreto de
fabricación de confesiones bajo la tortura. En 2009 se convirtió en consejero
del presidente Obama para los temas vinculados a la Seguridad de la Patria
(Homeland Security). El propio Obama lo nombró director de la CIA en 2013.
En este momento
En lo que constituye una muestra de valentía,
la senadora Diane Feinsein ha logrado publicar parte de su informe, a pesar de
la oposición del actual director de la CIA, John Brennan, quien estuvo a cargo
de ese programa de tortura.
El presidente Barack Obama ha anunciado que
no emprenderá acciones legales contra ninguno de los responsables de esos
crímenes, mientras que los defensores de los derechos humanos luchan por poner
a los torturadores en el banquillo de los acusados, que es lo mínimo que
debería hacerse.
Pero no son esas las preguntas realmente
importantes: ¿Por qué cometió la CIA esos crímenes? ¿Por qué inventó la CIA
confesiones destinadas a vincular artificialmente a al-Qaeda con los atentados
del 11 de septiembre? Y, por lo tanto, si al-Qaeda no tiene nada que ver con
los atentados del 11 de septiembre, ¿a quién quiso proteger la CIA?
Y, para terminar, el programa de la CIA sólo
contaba 119 cobayos humanos. ¿Qué pasó entonces con los 80 000 prisioneros de
las cárceles secretas de la US Navy?
Fuente: redvoltaire
Thierry Meyssan
[1] “Study of the CIA’s
Detention and Interrogation Program - Foreword, Findings and Conclusions, and
Executive Summary”, US Senate Select Committee on Intelligence, 9 de
diciembre de 2014.
[2]
La Gran impostura, por Thierry Meyssan, La Esfera (España)
/ La Terrible impostura, por Thierry Meyssan, El Ateneo
(America latina).
[3]
«El secreto de Guantánamo», por Thierry Meyssan, Оdnako
(Rusia), Red Voltaire, 6 de noviembre de 2009.
[4] «Carta
de Martin Seligman», por Martin
Seligman, Red Voltaire, 21 de junio de 2010.
[5] “Fort Hood: A
Harbinger of Things to Come?”, Bryant Welch, Hunffington Post, 18 de
marzo de 2010. Y la respuesta: “A Response to Bryant Welch”, Martin Seligman.
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