Netanyahu pone fin a
la «solución de los 2 Estados»
por Thierry Meyssan
La campaña electoral israelí
sirvió de marco para decretar el fallecimiento de los acuerdos de Oslo, que
Yitzhak Rabin y Yaser Arafat habían impuesto a sus pueblos respectivos.
Benyamin Netanyahu ha arrastrado así a los colonos judíos a un callejón sin
salida que resultará obligatoriamente fatal para el régimen colonial de Tel
Aviv. Al igual que en el caso de Rhodesia, que sólo vivió 15 años, a partir de
este momento el Estado hebreo tiene los días contados.
Benyamin Netanyahu es
el único jefe de gobierno en todo el mundo que se ha hecho fotografiar felicitando a terroristas de al-Qaeda.
Al hacerlo, ha metido su país en un callejón sin salida.
Durante
su campaña electoral, Benyamin
Netanyahu afirmó con toda franqueza que, mientras él viva, los palestinos nunca
tendrán su propio Estado. Con esa declaración, Netanyahu puso fin a un «proceso
de paz» que venía prolongándose desde los acuerdos de Oslo, firmados
hace más de 21 años. Así termina el
espejismo de la «solución de los 2
Estados».
Netanyahu ha asumido la postura
de un bravucón, capaz de garantizar la seguridad pública de la colonia judía
aplastando a la población autóctona.
- Aportó su apoyo a
al-Qaeda en Siria;
- atacó al
Hezbollah en la frontera del Golán, matando a un general de los Guardianes de
la Revolución iraníes y a Jihad Moghniyé, dirigente del Hezbollah;
- Desafió al presidente
Obama en Washington denunciando ante el Congreso estadounidense los acuerdos
que su administración está negociando con Irán.
Los electores israelíes optaron
por la vía de Netanyahu, que es la de la fuerza.
Sin embargo, un análisis más
detallado muestra que todo eso no tiene nada de especialmente glorioso y, sobre
todo, no tiene futuro.
En la frontera del Golán, Netanyahu sustituyó la fuerza de interposición de
la ONU por el Frente al-Nusra, la rama local de al-Qaeda. Le dio apoyo
logístico a través de la frontera y posó para los fotógrafos junto a jefes
terroristas en un hospital militar israelí. Sin embargo, la guerra contra Siria
es una derrota para Occidente y las monarquías del Golfo. Según la ONU, la
República Árabe Siria logra garantizar la seguridad sólo en el 60% de su
territorio, cifra engañosa ya que el resto del país es un vasto desierto, por
definición incontrolable. Pero, también según la ONU, los «revolucionarios» y las poblaciones que los apoyan, ya sean
yihadistas o «moderados» (o sea,
abiertamente proisraelíes), son sólo 212 000 personas entre los 24 millones de
sirios, lo cual representa menos de un 1% de la población.
Varias personalidades murieron
en el ataque contra el Hezbollah, pero la venganza de este último no se hizo
esperar. Netanyahu afirmaba que la Resistencia libanesa estaba empantanada en
Siria y que ello le impediría responder a la agresión. Pero varios días
después, con fría precisión matemática, precisamente a la misma hora que el
ataque israelí, el Hezbollah mató exactamente la misma cantidad de soldados
israelíes en la región ocupada de las Granjas de Shebaa. Al escoger esa zona,
considerada como la más protegida por las tropas israelíes, el Hezbollah
lanzaba un mensaje destinado a mostrar su poder absolutamente disuasivo. El
Estado hebreo comprendió que ya no tiene todos los triunfos en sus manos y
prefirió no reaccionar ante la respuesta de la Resistencia libanesa.
Finalmente, el desafío de Netanyahu al presidente Obama puede
costarle muy caro a Israel. Estados Unidos está negociando con Irán
una paz regional que le permita sacar del Medio Oriente el grueso de las tropas
estadounidenses. Lo que Washington tiene en mente es apostar por el presidente
Rohani para convertir un Estado revolucionario en una simple potencia regional.
Estados Unidos reconocería la influencia iraní en Irak, Siria y Líbano. Pero
también lo haría en Bahréin y Yemen. A cambio de ello, Teherán renunciaría a
exportar su revolución hacia África y Latinoamérica. Para garantizar su
abandono del proyecto del imam Khomeiny, Irán renunciaría a su desarrollo
militar, principalmente –aunque no únicamente– en el sector nuclear (es
importante señalar aquí una vez más que no se trata de la fabricación de la
bomba atómica sino de la producción de motores nucleares). La exasperación
del presidente Obama es tan acentuada que el reconocimiento de la influencia
iraní podría extenderse incluso a Palestina.
En 1965, Ian Smith
creyó que podía salvar la colonia británica de Rhodesia rechazando el proceso
de paz. Pero no logró más que precipitar la caída del proyecto colonial y, 15
años más tarde, Rhodesia se convertía en el actual Zimbabwe.
Benyamin
Netanyahu sigue los pasos de Ian Smith, quien en 1965 se negó a
reconocer los derechos cívicos de la población negra en Rhodesia, rompió con
Londres y proclamó la independencia. Ian Smith nunca logró gobernar a derechas
el Estado colonial que había proclamado, que se vio devorado por la resistencia
de la Unión Nacional Africana de Robert Mugabe. Quince años después, Smith se
vio obligado a dimitir, Rhodesia se convertía en el actual Zimbabwe y la
mayoría negra llegaba al poder.
La fanfarronería de Netanyahu,
al igual que la de Ian Smith en sus tiempos, es un intento de disimular el
callejón sin salida donde ha metido a los colonos. Buscando a toda costa ganar
tiempo, durante los 5 últimos años, en vez de aplicar los acuerdos de Oslo,
Netanyahu no ha hecho más que acentuar la frustración de la población
autóctona. Y al anunciar ahora que hizo esperar a la Autoridad Palestina
inútilmente está creando las condiciones para un cataclismo.
Ramallah anunció de
inmediato que pondrá fin a toda cooperación con Tel Aviv en materia de
seguridad si Netanyahu es nombrado nuevamente primer ministro para iniciar la
aplicación de su nuevo programa. De producirse esa ruptura entre la Autoridad Palestina y Tel Aviv, es
muy probable que la población de Cisjordania, y –por supuesto– también la de
Gaza, se enfrente de nuevo a las fuerzas de seguridad de Israel, en lo que
sería la Tercera Intifada.
El temor de las fuerzas armadas
de Israel de que esa situación llegue a producirse es tan grande que sus
principales oficiales retirados de alta graduación han creado una asociación
llamada Commanders for Israel’s
Security, que ha lanzado constantes advertencias contra la política del
primer ministro, quien por su parte no ha logrado constituir una asociación
para defender su política. Los militares
israelíes han entendido perfectamente que Israel podría extender aún más su
hegemonía, como en Sudán del Sur o en el Kurdistán iraquí, pero que ya no podrá
seguir extendiendo su territorio. El sueño de construir un Estado colonial desde el Nilo hasta el
Éufrates resulta irrealizable y es cosa de un siglo que ha quedado atrás.
Al
rechazar la «solución de los 2 Estados», Benyamin Netanyahu cree estar abriendo
el camino a una solución de estilo rhodesiano, un ejemplo que ya resultó
inviable. El primer ministro puede celebrar hoy su victoria, pero esta
será de corta duración.
En realidad, su
ceguera abre el camino a otras 2 opciones: una solución de tipo argelino, con
la expulsión de millones de colonos, muchos de los cuales ni siquiera cuentan
con otra patria que los acoja; o una solución de estilo sudafricano, o sea la
integración de la mayoría palestina al Estado de Israel según el principio «un hombre, un voto», única opción humanamente
aceptable.
Fuente: red voltaire
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