El declive del Imperio
yanqui
por Manlio Dinucci
Lentamente, una importantísima
redistribución del poder está en marcha en este momento. De un lado, Estados
Unidos, el G7 y la OTAN. En el otro bando, los países de la Organización de
Cooperación de Shanghai y los BRICS. La partida se desarrolla simultáneamente
en el plano financiero, con el cuestionamiento de la supremacía del dólar, y en
el plano militar, con el despliegue de la OTAN alrededor de Rusia y el de la US
Navy alrededor de China.
Washington ha recurrido a todos los medios para
impedir que sus aliados entren al Banco Asiático de Inversiones para la
Infraestructura (AIIB, siglas en inglés), creado por China. Pero no lo logró. Gran Bretaña,
Alemania, Francia e Italia, miembros todos del G7, se incorporaron a la nueva
institución financiera y otros, como Australia, tienen intenciones de hacerlo.
Lo
que preocupa a Washington es todo el conjunto del proyecto del que forma parte
el AIIB, proyecto que gira alrededor de la Organización de Cooperación de
Shanghai (OCS).
Nacida en 2001, con el acuerdo
estratégico chino-ruso destinado a contrarrestar la penetración estadounidense
en Asia Central, la OCS se ha extendido a los sectores económico, energético y
cultural, entre otros. A los 6 miembros iniciales –China, Rusia, Kazajstán,
Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán– se unieron, por el momento como
observadores, la India, Irán, Pakistán, Mongolia y Afganistán, y también, como
interlocutores de diálogo, Bielorrusia, Sry Lanka y Turquía.
La OCS, cuyos miembros
constituyen un tercio de la población mundial, y que representará a la mitad de
los habitantes del mundo cuando los miembros observadores se conviertan en
miembros plenos, dispone de recursos y de capacidades de trabajo que pueden convertirla
en el área de integración económica más grande del mundo.
Al mismo tiempo, la OCS está vinculada a los BRICS (Brasil, Rusia,
la India, China y Sudáfrica), países que han decidido crear su
propio Banco para el Desarrollo y su propio Fondo de Reserva.
Con el tiempo, esos
organismos financieros y el Banco Asiático pueden suplantar en gran parte al
Banco Mundial y al FMI (Fondo Monetario Internacional), que
durante 70 años han permitido a Estados Unidos y a las principales potencias
occidentales dominar la economía mundial a través de préstamos abusivos y de
diversas herramientas financieras. Los nuevos organismos pueden concretar a la
vez la desdolarización de los intercambios comerciales, lo cual privaría a
Estados Unidos de su actual capacidad de descargar su propia deuda en los
hombros de los demás países, lo cual hace simplemente imprimiendo la moneda que
actualmente se utiliza como divisa internacional dominante a pesar de que la
convertibilidad del dólar en oro, establecida en 1944 con los acuerdos de
Bretton Woods, fue anulada [unilateralmente por Estados Unidos] en 1971.
Otras monedas, como el renminbi
chino (también conocido como yuan), son actualmente más confiables como divisa
internacional. Por cierto, Londres está convirtiéndose en una base para el
desarrollo de herramientas financieras en renminbi. Al no poder contrarrestar
con herramientas financieras ese proceso, que acelera el declive de Estados
Unidos –considerado hasta ahora como la mayor potencia económica mundial–,
Washington pone su espada en la balanza.
En esta estrategia se inscribe el putsch de la
plaza Maidan ya que, al crear una nueva confrontación con Rusia, proporcionó a Estados Unidos un pretexto para
reforzar la OTAN, principal instrumento de su influencia en Europa. También se
inscribe en esa estrategia el creciente traslado, con objetivos antichinos, de
fuerzas militares estadounidenses hacia la región Asia-Pacífico.
En ese sentido, resulta
emblemática la estrategia para «el
poderío marítimo del siglo 21», que acaba de publicar la US Navy. Esa estrategia subraya que la importancia económica
de la región Asia-Pacífico, donde está produciéndose «la expansión naval de
China», «obliga a confiar cada vez más en las fuerzas navales para proteger los
intereses estadounidenses», a tal punto que «en 2020 estarán concentradas en la
región cerca del 60% de las fuerzas navales y aéreas de la US Navy».
Mientras que su interés económico las lleva a
integrarse al Banco Asiático creado por China, las
potencias europeas colaboran con la estrategia estadounidense para impedir –a
través de la fuerza militar– que China, junto a Rusia, llegue a subvertir el
actual «orden económico» mundial. El grupo franco-germano-español
Airbus incluso creará una red militar de satélites sobre la región Asia-Pacífico.
Y Francia, que ha desplazado a
Gran Bretaña como aliado más cercano de Estados Unidos [1],
envía al Golfo el navío almirante de su marina de guerra, el portaaviones
Charles De Gaulle, poniéndolo bajo las órdenes del alto mando estadounidense.
Fuente: Il Manifesto (Italia)
[1] «“Francia reemplaza al Reino Unido como principal aliadomilitar de Estados Unidos” (AFP)», Red Voltaire, 24 de marzo
de 2015.
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