Lo que se esconde tras el discurso
contra los «conspiracionistas»
El Estado contra la República
por Thierry Meyssan
A pedido del presidente Francois Hollande, el
Partido Socialista de Francia acaba de publicar una Nota sobre el movimiento
internacional «complotista».
Objetivo: preparar una nueva legislación que
prohibiría expresarse públicamente a toda persona clasificada como
«conspiracionista» o «complotista». En Estados Unidos, el golpe de Estado del
11 de septiembre permitió instaurar en 2001 un «estado de urgencia permanente»,
mediante la Patriot Act, y dar inicio a una serie de guerras imperiales. Desde
entonces, las élites europeas han venido alineándose poco a poco con el
comportamiento de las élites de Estados Unidos. En todas partes, los ciudadanos
temen hoy que el Estado los abandone y están cuestionando sus instituciones.
Con tal de conservar el poder, las élites están dispuestas a recurrir al uso de
la fuerza para amordazar a todo el que pretenda expresar oposición.
El 27 de enero de 2015, el presidente francés
Francois Hollande hacía a los «conspiracionistas»
de hoy responsables de los crímenes perpetrados ayer por los nazis contra los
judíos de Europa. Y se pronunciaba por la anulación de su derecho a la libertad
de expresión.
El presidente de la República Francesa,
Francois Hollande, asimiló lo que él llama «teorías del
complot» al nazismo y llamó a impedir la difusión de estas a través
de internet y de las redes sociales.
En efecto, Hollande declaró, el 27 de enero
de 2015, en el Memorial de la Shoah:
«[El antisemitismo] alimenta las teorías
del complot que se difunden sin límites. Teorías del complot que, en el pasado,
ya condujeron a lo peor» (…) «[La] respuesta es tomar conciencia de que las
tesis complotistas se difunden a través de internet y de las redes sociales.
Pero tenemos que recordar que es primeramente a través del verbo que se preparó
el exterminio. Tenemos que actuar a nivel europeo, e incluso internacional,
para que pueda definirse un marco jurídico, para que las plataformas de internet
que administran las redes sociales asuman sus responsabilidades y para que haya
sanciones si hay violaciones.» [1].
Varios ministros [franceses] también
fustigaron lo que llamaron «las teorías del complot» calificándolas de
«fermentos de odio y de desintegración de la sociedad».
Sabiendo que el presidente Hollande llama
«teorías del complot» a la idea de que los Estados, sea cual sea su régimen
–incluyendo las democracias–, tienen una propensión espontánea a actuar en su
propio interés en vez de hacerlo en interés de la ciudadanía, podemos llegar a
la conclusión de que el objetivo de su discurso es justificar una posible
censura contra sus opositores.
Esta interpretación se confirma con la
publicación, por parte de la Fundación Jean Jaures –think tank del Partido
Socialista, que tuvo al propio Hollande como primer secretario– de una nota
intitulada «Conspirationnisme: un état
des lieux» [2].
Sin entrar a analizar las relaciones
políticas de Francois Hollande, del Partido Socialista francés, de la Fundación
Jean Jaures, de su Observatorio de las Radicalizaciones Políticas y del autor
de la nota, concentrémonos en el mensaje de ese documento y su contenido
ideológico.
Cómo se definen las «teorías del
complot»
Las expresiones «teorías del complot»
[así como las de «teorías
conspirativas» o «teorías conspiracionistas»] y «conspiracionismo»
[o
«complotismo»] empezaron a mencionarse en Francia después de la
publicación de mi libro sobre la evolución del imperialismo estadounidense
posterior al 11 de septiembre, L’Effroyable
imposture [3].
En aquel momento, se nos hacía difícil
comprender el significado de tales expresiones ya que se referían a la historia
política estadounidense. En Estados Unidos usualmente se llamaba «conspiracionista»
a todo aquel que estimaba que el presidente Kennedy no había sido víctima de un
asesino solitario sino de un grupo de personas participantes en una
«conspiración», en el sentido judicial de la palabra. Con el tiempo esas
expresiones fueron introducidas en la lengua francesa, superponiéndose a
recuerdos de los años 1930 y de la Segunda Guerra Mundial: los de la denuncia
del «complot judío». Hoy en día se
trata de expresiones polisémicas, que evocan a veces la ley del silencio
estadounidense y, en otras ocasiones, el antisemitismo europeo.
En su nota, la Fundación Jean Jaures aporta
su propia definición del «conspiracionismo» como:
«una descripción “alternativa” que pretende
trastocar de manera significativa el conocimiento que tenemos y por
consiguiente competir con la “versión” comúnmente aceptada, estigmatizada como
“oficial”.» (p. 2)
Es interesante observar que esa definición no
se aplica únicamente a los delirios de los enfermos mentales. Por ejemplo,
Platón, con el mito de la caverna, buscaba poner en tela de juicio aquello que
se daba por sentado en su época y, posteriormente, Galileo desafiaba con su
tesis heliocéntrica la lectura que en aquel momento se hacía de la Biblia.
En lo que me concierne, y ya que a menudo me
presentan como «el
papa del conspiracionismo» o más bien como el «herejiarca»,
según el término del filósofo italiano Roberto Qaglia, reafirmo mi compromiso
político radical –en el sentido del radicalismo republicano francés de León
Bourgeois [4], de Georges Clemenceau [5], de Alain [6] y de Jean Moulin [7].
Para mí, al igual que para estos personajes de la historia de Francia, el
Estado es un Leviatán cuya naturaleza lo lleva a abusar de aquellos a quienes
gobierna.
Como republicano radical estoy consciente de
que el Estado es enemigo del interés general, de la Res Publica, Por esa razón,
mi objetivo no es abolirlo sino domarlo. El ideal republicano es compatible con
diversos regímenes políticos –incluyendo la monarquía– como lo sentaron por
escrito los autores de la Declaración de
1789.
Esta oposición, cuestionada por el actual
Partido Socialista francés, marcó la historia de Francia de tal manera que, en
1940 –bajo la ocupación nazi– el régimen colaboracionista de Philippe Petain
abrogó la República Francesa y proclamó el «Estado Francés». Desde el primer
momento de su investidura como presidente de Francia, denuncié el “petainismo”
de Francois Hollande [8]. Ahora, el señor Hollande invoca la República
precisamente para combatirla e invierte los valores hundiendo así el país en la
confusión.
¿Quiénes son los «conspiracionistas»?
Así que los «conspiracionistas»
son ciudadanos que se oponen a la omnipotencia del Estado y que aspiran a
ponerlo bajo la vigilancia de la ciudadanía.
La Fundación Jean Jaures los describe en los
siguientes términos:
«[Es un] movimiento heteróclito,
fuertemente imbricado con la tendencia negacionista y donde se codean
admiradores de Hugo Chávez e incondicionales de Vladimir Putin. Un entorno
equívoco de ex militantes de izquierda o de extrema izquierda, ex “indignados”,
soberanistas, nacionalrevolucionarios, ultranacionalistas, nostálgicos del III
Reich, militantes antivacunación, partidarios del sorteo, revisionistas del 11
de septiembre, antisionistas, afrocentristas, supervivencialistas, adeptos de
las “medicinas alternativas”, agentes de influencia del régimen iraní,
bacharistas, integristas católicos o islamistas.» (p. 8).
El lector percibirá de inmediato las
amalgamas e injurias que pululan en esta descripción, tendiente a desacreditar
a las personas a las que designa.
Los mitos de los «conspiracionistas»
La Fundación Jean Jaures prosigue su campaña
de descrédito acusando a los «conspiracionistas» de ignorar las
realidades del mundo y de creer ingenuamente en mitos gastados. Según su
definición, creemos en el «complot sionista mundial», en el «complot
illuminati» y en el «mito Rothschild» (p. 4). Sin
embargo, a la hora de demostrar esas 3 afirmaciones, la Fundación cita nada más
que un solo ejemplo relativo al «mito Rothschild»: el bloguero
Etienne Chouard –cuyo trabajo no trata solamente sobre la República sino que va
más allá al abordar el tema de la Democracia [9]– afirma que la ley
Pompidou-Rothschild de 1973 es la causa de la deuda de Francia. La Fundación
refuta esa afirmación citando una tribuna publicada en el diario Libération.
Todos notarán que el ejemplo que menciona a
Étienne Chouard no tiene nada que ver con los otros dos mitos anteriormente
citados por la Fundación. Pero lo más interesante es que la Fundación se dirige
únicamente a ignorantes que no han leído la respuesta de Chouard al texto de Libération [10] ni
la contribución que hiciera un «conspiracionista» llamado… Michel
Rocard [11]
al intervenir en un debate donde quedó demostrado que la ley de 1973 realmente
permitió la explosión de la deuda francesa en beneficio de varios bancos
privados, lo cual habría sido imposible anteriormente.
La «complotesfera» o «medio
complotista»
Para la Fundación Jean Jaures, los
intelectuales conspiracionistas son
«esencialmente norteamericanos. Citemos en
particular a Webster Tarpley y William Engdhal (ex miembros los dos de la
organización político-sectaria estadounidense encabezada por Lyndon LaRouche),
Wayne Madsen (WayneMadsenReport.com), Kevin Barrett (VeteransToday.com) y
Michel Chossudovsky (Mondialisation.ca). Junto a sus homólogos europeos, forman
una especie de Internacional a la que Thierry Meyssan, el presidente de la Red
Voltaire, trató de dar una forma concreta en noviembre de 2005 reuniendo en
Bruselas una “conferencia antiimperialista” –Axis for Peace– cuya lista de
participantes se lee como un directorio de los autores conspiracionistas más en
boga en aquel momento» (p. 8).
En primer lugar, si la Fundación Jean Jaures
cree que el fenómeno sólo existe en Francia, Canadá y Estados Unidos será
porque quizás lee únicamente francés e inglés y ni siquiera leyó bien la lista
de participantes de Axis for Peace.
La realidad es muy diferente ya que existe muy abundante literatura en alemán,
árabe, español, italiano, persa, polaco, portugués y ruso, idiomas que además
son mayoritarios en Axis for Peace.
Obsérvese además el carácter evidentemente
mal intencionado de la alusión a «la
organización político-sectaria estadounidense encabezada por Lyndon Larouche».
En efecto, en la época en que Webster Tarpley y William Engdhal pertenecían a
esa formación, este partido organizaba sus congresos con su organización
hermana francesa: Lutte ouvrière.
Un poco después, la Fundación Jean Jaures
menciona al humorista Dieudonné M’Bala M’Bala, cuyos espectáculos el gobierno
francés pretende prohibir, al sociólogo Alain Soral, cuyo sitio web (EgaliteEtReconciliation.fr) registra
records de audiencia en Francia, y a Alain Benajam
(facebook.com/alain.benajam), presidente de Réseau Voltaire France y
representante del gobierno de la Novorossia del Donbass.
En 1989, el ex jefe de la inteligencia
estadounidense en Europa, Irwing Brown, revelaba a los periodistas franceses
Roger Faligot y Rémi Kauffer que había reclutado a Jean-Christophe Cambadelis
cuando este último era militante de los trotskistas lambertistas. Actualmente,
o sea 25 años después, Cambadelis es primer secretario del Partido Socialista
francés.
Las ideas políticas de los
«conspiracionistas»
Después
los aperitivos anteriormente mencionados, la Fundación Jean Jaures entra de
lleno en la parte fundamental del tema: las ideas políticas. Y define las ideas
de los «conspiracionistas» de la siguiente manera:
·
«borrar toda distinción entre la
naturaleza de los regímenes autoritarios y las democracias liberales
(considerando a estas últimas más “totalitarias” que los peores
totalitarismos)»;
·
«[oposición a] toda legislación
antirracista bajo pretexto de defender la “libertad de expresión” »;
·
«[rechazo de] la existencia de la
diferencia entre la derecha y la izquierda, afirmando que la verdadera
diferencia es la que existe entre “el Sistema” (o “el Imperio”, o “la
Oligarquía”) y aquellos que le oponen resistencia»; (p. 8)
·
«la idea de que el sionismo es un
“proyecto de dominación” del mundo» (p. 9).
La
Fundación menciona con precisión los temas de conflicto, pero exagera los
términos para desacreditar a sus opositores. Por ejemplo, nadie se ha opuesto a
la legislación antirracista sino única y exclusivamente a la disposición de la
ley Fabius-Gayssot, que castiga con la cárcel todo debate sobre el exterminio
contra los judíos de Europa [12]
¿Qué es el
sionismo?
La
Fundación procede entonces a un larguísimo análisis de mis trabajos sobre el
sionismo, los tergiversa y después comenta:
«El antisionismo que aquí reivindica
Thierry Meyssan no tiene que ver con la crítica de una política coyuntural, o
sea con la política de los gobiernos que han encabezado el Estado de Israel. No
tiene que ver con un anticolonialismo que hallaría satisfactoria la retirada de
Israel de los territorios ocupados después de la Guerra de los Seis Días y la
creación de un Estado palestino. Tampoco procede de un internacionalismo que
hallaría sospechoso, por principio, todo movimiento nacional, sin importar de
dónde venga, dado que ni siquiera considera el sionismo como un movimiento
nacional. Este antisionismo de factura paranoica no pretende combatir el
sionismo bajo la diversidad de sus expresiones históricas sino una hidra
fantasmagórica que sería la fuente de las desgracias del mundo»
En su esfuerzo por llegar a una conclusión
sobre este debate y al darle un importante espacio en su análisis, la Fundación
subraya la importancia del tema. Yo defiendo, en efecto, una posición hasta
ahora ausente del debate político occidental [13]:
§ El primer
jefe de Estado que expresó su intención de reunir a los judíos del mundo entero
en un Estado que sería para ellos fue Lord Cromwell, en el siglo XVII. Su
proyecto, claramente enunciado, consistía en utilizar la diáspora judía para
extender la hegemonía inglesa. Posteriormente, todos los gobiernos británicos
sucesivos defendieron ese proyecto y Benjamin Disraeli lo incluyó en la agenda
de la Conferencia de Berlín.
§ El propio
Theodor Herzl [14] era un discípulo de Cecil Rhodes, el teórico del Imperio
británico. Al principio, Herzl proponía crear Israel no en Palestina sino en
Uganda o en Argentina. Cuando por fin logró que algunos militantes judíos se
unieran al proyecto británico, Theodor Herzl compró tierras en Palestina y creó
la Agencia Judía, cuyos estatutos son una copia íntegral de los de la sociedad
que Cecil Rhodes había creado en África Austral.
§ En
1916-1917, el Reino Unido y Estados Unidos se reconciliaron, comprometiéndose
entonces a trabajar juntos en la creación del Estado de Israel, lo cual se
traduce para Londres en la Declaración Balfour y para
Washington en los 14 puntos de Wilson.
La posición del Partido Socialista francés
sobre ese tema no tiene absolutamente nada de inocente. En 1936, con León Blum,
esa formación proponía el traslado de los judíos alemanes al sur del Líbano
para que Israel anexara ese territorio después de su creación [15].
Pero aquel proyecto fue rápidamente descartado por el alto comisario francés en
Beirut, el conde Damien de Martel de Janville, ya que era una evidente
violación del mandato de la Sociedad de Naciones. Actualmente, el grupo de
presión israelí creado en el seno del Partido Socialista francés en 2003,
cuando el hoy presidente de la República Francois Hollande era primer
secretario del partido, se llama –por supuesto– Círculo León Blum.
Observaciones a modo de conclusión
En 2008, el profesor Cass Sunstein, consejero
del presidente Barack Obama y esposo de la actual embajadora de Estados Unidos
ante la ONU, había redactado una nota [16] similar a la que hoy publica en
Francia la Fundación Jean Jaures sobre el «conspiracionismo».
El
estadounidense Cass Sunstein escribía en aquella nota:
«Podemos imaginar fácilmente una serie de posibles
respuestas:
§
1. El gobierno puede prohibir las teorías del complot.
§
2. El gobierno podría imponer una
especie de impuesto, financiero o de otro tipo, a quienes divulguen tales
teorías.
§
3. El gobierno podría implicarse
en un contradiscurso para desacreditar las teorías del complot.
§
4. El gobierno podría implicarse
en la comunicación informal con las terceras partes y estimularlas.»
En
definitiva, el gobierno de Estados Unidos decidió financiar a individuos, tanto
en suelo estadounidense como en el extranjero, para que se dediquen a perturbar
en internet los fórums de los sitios web clasificados como «conspiracionistas» y
a crear grupos encargados de contradecirlos.
Como
eso no ha sido suficiente, ahora se le ordena a Francia recurrir a la adopción
de medidas autoritarias. Al igual que en el pasado, las élites francesas –de
las que el Partido Socialista constituye el ala supuestamente de izquierda– se
ponen hoy a las órdenes de la principal potencia militar del momento, en este
caso… Estados Unidos.
Para garantizar la aplicación de ese proyecto
queda por definir qué instancia, necesariamente administrativa, va a encargarse
de aplicar la censura y cuáles serán los criterios.
No seamos ingenuos. Nos encaminamos
hacia un enfrentamiento en el cual el Estado tiene intenciones de recurrir a la
fuerza.
Thierry
Meyssan
Documentos adjuntos
|
[2] «Conspirationnisme : un état des lieux», por Rudy Reichstadt, Observatoire des radicalités politiques, Fondation Jean-Jaurès, Partido Socialista [francés], 24 de febrero de 2015.
[3] L’Effroyable Imposture suivi de Le Pentagate, por Thierry Meyssan, Nouvelle réédition, entièrement réactualisée et annotée, éditions Demi-Lune.
[4] Léon Bourgeois, escultor francés (1851-1925). Teórico del «solidarismo» (que los actuales socialistas confunden con la Fraternidad). Fue presidente del Partido Radical, presidente del Consejo de Ministros, premier presidente de la Sociedad de Naciones y recibió el Premio Nobel de la Paz en 1920. Con ayuda del zar Nicolás II, planteó el principio de los arbitrajes entre Estados, cuyo actual resultado es el Tribunal Internacional de La Haya.
[5] Georges Clemenceau (1841-1929). Defendió a los miembros de la Comuna de París frente a la derecha y combatió a la izquierda socialista de Jules Ferry luchando contra su proyecto de colonización y contra su visión del laicismo. Durante la Primera Guerra Mundial, en momentos en que Francia parecía derrotada, fue jefe del gobierno francés y condujo el país a la victoria.
[6] Alain, filósofo francés (1868-1951), cofundador del Comité de Vigilancia de Intelectuales Antifascistas (CVIA). Militó por una república protectora de la libertad y bajo estricto control del pueblo.
[7] Jean Moulin, alto funcionario (1899-1943). Se puso del lado de los republicanos españoles y organizó ilegalmente, violando la política de neutralidad del gobierno socialista francés, un tráfico de armas para alimentar la resistencia contra los franquistas. Durante la ocupación nazi en Francia, Jean Moulin dirigió el Consejo Nacional de la Resistencia, incluyendo en esta a todas las corrientes políticas de Francia, con excepción de la que había luchado del lado de los franquistas. Arrestado por los nazis, Jean Moulin murió bajo la tortura.
[8] «Francia según Francois Hollande», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 31 de julio de 2012.
[9] La República vela porque el Poder esté al servicio del interés general. La Democracia exige que el Poder sea ejercido por todos los ciudadanos.
[10] «Analyse des réflexions de Monsieur Beitone sur la prétendue rumeur d’extrême droite à propos de la loi de 1973», por Étienne Chouard, 30 de diciembre de 2011.
[11] Programa Mediapolis transmitido el 22 de diciembre de 2012 por la estación de radio Europe 1. El ex primer ministro socialista francés Michel Rocard participó en el programa como invitado de Michel Field y de Olivier Duhamel.
[12] Son numerosos los responsables políticos que se opusieron –sin éxito– a esa ley. Entre ellos, el ex presidente de Francia Jacques Chirac y los ex primeros ministros Dominique de Villepin y Francois Fillon.
[13] «¿Quién es el enemigo?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 4 de agosto de 2014.
[14] Theodor Herzl (1860-1904), periodista austrohúngaro de origen judío, es considerado el fundador del sionismo moderno.
[15] My Enemy’s Enemy: Lebanon in the Early Zionist Imagination, 1900-1948, por Laura Zittrain Eisenberg, Wayne State University Press (1994). Tesis de doctorada verificada por Itamar Rabinovitch, por la parte israelí, y Kamal Salibi, por la parte libanesa.
[16] «Conspiracy Theories», Cass R. Sunstein & Adrian Vermeule, Harvard Law School, 15 de enero de 2008.
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