Nisman y el poder de
las sombras
Gustavo Robles
El gobierno kirchnerista vive
su crisis más grave después del levantamiento de la patronal agraria en 2008:
la dudosa muerte de quien se atrevió a acusar a la presidente CFK de urdir un
plan para absolver a Irán de su supuesta responsabilidad en los atentados
contra la comunidad judía, perpetrados en el país en la década del 90,
inculpando con pruebas plantadas a células fascistas locales. Pero esta crisis
tiene una particularidad que, en esencia, la constituye en algo peor en lo
institucional que aquélla: la de la burguesía del campo fue política, enfrentó
a dos sectores de la explotación que se dirimió a favor de uno de ellos, y el
país y el gobierno continuaron caminando por los caminos de la historia. La muerte del fiscal Nisman, en cambio, apunta al
interior mismo de la estructura institucional del poder en su zona más oscura,
la que opera más allá de los gobiernos formales, tejiendo los hilos mismos de
la realidad para favorecer determinados intereses, siempre alejados de los
intereses del pueblo. Y asestó al oficialismo un golpe devastador,
del que le será muy difícil reponerse.
El fiscal Nisman, como
tal, era parte de la cara visible del Estado (burgués, capitalista), con una
íntima relación con la cara oscura del mismo. Indudablemente, su
función era la de defender la estructura legal que permite la explotación de
millones de seres humanos por parte de una ínfima minoría en nuestro país. Y, dentro de ese marco, tenía un rol más específico
aún: la de velar por los intereses del sionismo.
En el concierto internacional,
Irán es un Estado creado por los intereses de las potencias coloniales. Los pueblos y naciones de la región son
permanentemente agredidos por el imperialismo europeo y yanky, que en 1948
enclavaron su cabeza de playa para perpetuar la dominación: el Estado de
Israel. Los países de aquella parte del mundo se formaron entonces
en relación y contradicción con esa realidad que los oprime. Viven en una
guerra permanente contra sus agresores, cuyas garras están esparcidas por todo
el planeta ¿Es posible entonces que el Estado
Iraní sea el responsable de las explosiones en la Embajada Sionista y en la
sede de la AMIA? Sí, es posible ¿Está probado? No. En realidad,
existe una cantidad indeterminada de grupos islámicos extremistas que podrían
haber llevado a cabo semejante crimen. Pero al
establishment mundial le conviene la acusación al gobierno iraní, porque este
se constituye en un bastión antiimperialista poderoso contra sus intereses.
La acción de la cultura impuesta por el colonialismo europeizante ha hecho que,
desde los medios de difusión a los que controlan, se baje una línea que forma
opinión entre vastos sectores de la sociedad. Entonces aparecen los iraníes
como “los malos”, y los sionistas como los “buenos”, a pesar de su política
fascista de exterminio en particular de Palestinos y Libaneses, y de todo lo
que se le oponga en general.
La Justicia y los
servicios de inteligencia argentinos se han mostrado, como mínimo, inoperantes
para resolver la autoría de los atentados. La cuestión es dilucidar
si esa ineficacia es por incapacidad o responde a un plan. Más allá de quienes
sean los verdaderos responsables de aquellas explosiones que se llevaron la
vida de decenas de seres humanos, lo que demuestra todo el caso que tiene un
punto culminante en la resonante muerte de Nisman, es la mugre existente en las
entrañas de la superestructura social, que con este crimen mediático ha
comenzado a derramarse como pus de una herida infectada.
El fiscal Nisman fue nombrado
por el ex presidente Kirchner, y no por casualidad ¿Qué quería decir el ex
mandatario cuando le pedía en los estrados internacionales colaboración a las
autoridades iraníes para resolver el caso? ¿no era semejante actitud
involucrarlos directamente? El gobierno kirchnerista está preso de su propia
filosofía política: como buenos pejotistas, adscriben a la conciliación de lo
que no puede conciliarse. Conciliación de clases, conciliación de naciones
enemigas por milenios, conciliación de lo irreconciliable…. Conciliación para
que se mantenga siempre el estado de cosas, los explotados siempre explotados,
los explotadores con sus privilegios. En vez de querer resolver el origen de
los conflictos haciendo justicia, buscan mantener el status quo de las cosas
tratando de que los oprimidos no se rebelen. Eso puede mantenerse durante un
tiempo, pero no durante todo el tiempo. La política
internacional K respecto de Medio Oriente apunta a mantener las relaciones con
el Estado Sionista de Israel y, al mismo tiempo, reconocer al Estado Palestino
y promover las relaciones con Irán. Es como agitar la nitroglicerina
y pretender que no explote. Irán es un país influyente en la zona, enemigo
declarado del sionismo. Y no se puede estar con dios y con el diablo al mismo
tiempo.
Nisman había asumido
la postura de la vía de la culpabilidad iraní -y como tal, se había constituido
en un instrumento de las potencias imperiales y el sionismo- recibiendo
“pruebas” de parte de los servicios de inteligencia (la SIDE) con la
colaboración de la CIA y la Mossad. A ver si entendemos de qué
hablamos: había recibido datos de los tipos que pueden crear una realidad
ficticia y proponerla como real. De tipos que pueden plantar pruebas para
culpar inocentes, y borrar las que señalan a los culpables. Son tipos que no
tienen identidad, o tienen infinidad de ellas, que andan por las telarañas de
la cotidianeidad para encauzarla siempre a favor de los intereses para los
cuales trabajan. Son sombras entre las sombras, oscuridades sin escrúpulos
¿Cómo confiar en semejante organización estatal, que escapa por su naturaleza a
los controles de quienes administran el Estado?
¿Cómo estar seguros de las
pruebas de las que tan convencido hablaba Nisman, si Stiuso –agente de
inteligencia recientemente echado por el gobierno- se las dio, y le dio lo que
Nisman quería escuchar?
En el terreno donde el engaño
es la forma y la esencia, la realidad se desvirtúa y se hace harto difícil
reconocerla.
Cuando se analizan hechos como
el crimen en Le Parc, la pregunta esencial que se debe hacer es: ¿a quién beneficia la muerte del fiscal,
justo un día antes de exponer en el Congreso su acusación contra la presidenta
del país?
Al gobierno, evidentemente, no
(salvo que la acusación fuese conocida por la cúpula K, y que consideraran tan
devastador su conocimiento público que prefirieran este escándalo a las
consecuencias de su divulgación.)
De todos modos, nada exculpa al
oficialismo de su responsabilidad, porque fundamentalmente se demostró incapaz
de proteger a un funcionario cuya salud debía cuidar a toda costa, porque
cualquier cosa que le pasara le haría un daño irreparable a su imagen y
credibilidad.
El oficialismo se movió ante el
crimen como un verdadero mamarracho. Berni apareció en el lugar del hecho antes
que los funcionarios de la Justicia ¿qué hacía ahí? Y ya que estaba ahí ¿por
qué no socorrió al fiscal, si él es médico y declaró que “no sabía si estaba
muerto o vivo”? Estaba donde no debía, y no hizo lo que debía ya que estaba. Y
después quiso explicar la cuadratura del círculo, de la manera patética que lo
caracteriza. Parrilli desmintió que algunos de los hombres que figuraban en la
denuncia fueran agentes de inteligencia, pero el líder de Quebracho, Fernando
Esteche, lo desmintió con sencillez al contar que le habían presentado a uno de
ellos, Bogado, en la mismísima Casa Rosada. D’elía, Larroque, Aníbal Fernández,
Capitanich, basta que abran la boca para hacer el ridículo. Hasta la zona
liberada por la custodia de la Prefectura a Nisman hace recordar por lo burda a
la Armada Brancaleone.
El carapintada y servicio
espía-represor de obreros Berni fue el primero que abonó la teoría del
suicidio, del que se colgó todo el kirchnerismo. Dijeron que Nisman estaba solo
y que el lugar era un búnker inexpugnable, por lo que no cabía otra hipótesis. Pero
resulta que no se encontró pólvora en su mano, que la pistola utilizada no era
del difunto, y que el búnker no era tal, ya que un simple cerrajero pudo abrir
la puerta en un santiamén y un pasillo “secreto” comunicaba con otro
departamento, cuyo inquilino es un extranjero que justo en ese momento, no se
encontraba.
Al oficialismo le conviene
imponer la teoría del suicidio porque basándose en ello, pueden impulsar el
escenario de que el fiscal se dio cuenta de que sus pruebas no podían inculpar
a CFK como lo había declamado, y ante el temor al ridículo masivo, prefirió
pegarse un tiro en la sien. Raro final para quien había investigado la cuestión
durante 8 años.
El silencio presidencial es
llamativo. CFK acostumbra a utilizar la cadena nacional por cuestiones que no
la justifican, pero ante este terremoto institucional prefirió meter la cabeza
en un hoyo en el suelo y expresarse por un medio tan trivial para su
investidura como feisbuc, con dos cartas que dan vergüenza ajena. Ella va en
contra de la línea que sostuvo el oficialismo en pleno: hoy, jueves por la
mañana, denunció un plan para desestabilizar al gobierno, y que en ese marco,
Nisman fue asesinado. Seguramente la tropa se alineará ahora con esta teoría.
En definitiva, este caso demuestra la imparable decadencia
del kirchnerismo, preso de sus propias contradicciones políticas, plasmada en
hechos que no tienen nada que ver con el discurso. Querer hacer creer a las
mayorías populares que se gobierna para ellas cuando se mantienen las
estructuras políticas que fomentan lo contrario, no pueden llevar a otra cosa
que al desbarranque que este caso ha expuesto.
Sin embargo, el mal está mucho
más allá de esta mediocre corriente política que ha gobernado durante 12 años
el país, para entregarle nuestras riquezas al imperialismo: el problema está en
el sistema mismo y sus instituciones, y en la propia consciencia de las masas,
que viven ajenas pero sometidas a estos poderes ocultos. Este mal sólo podrá
ser erradicado por una acción consciente de vastos sectores populares para
cambiar de raíz el sistema de explotación y sus repugnantes instrumentos de
opresión.
Tarea nada sencilla pero
absolutamente imprescindible si queremos concretar el mundo justo e igualitario
que muchos soñamos.
Fuente: Argenpress
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