El golpe de Estado judicial del AKP
por
Thierry Meyssan
El veredicto del proceso Ergenekon no ha provocado
grandes reacciones en el plano internacional. La prensa se ha mostrado cuando
más escéptica y ha subrayado la ruptura que viene confirmándose en Turquía
entre los sectores laicos y la Hermandad Musulmana. Para Thierry Meyssan, este
proceso no es otra cosa que justicia de excepción y se concluye con el
encarcelamiento de todos los líderes contrarios a Estados Unidos. En otras
palabras… es un golpe de Estado.
El veredicto del proceso Ergenekon, dado a conocer
el 5 de agosto de 2013 en la prisión de Siliviri, reconoce como culpables del
delito de complot contra el Estado y condena a fuertes penas de cárcel a 275
líderes militares, políticos y mediáticos.
Este proceso no responde a las normas de la
justicia democrática: se desarrolló con fiscales especiales, ante cortes especiales
e incluso en una prisión construida especialmente para su realización. Los
numerosos documentos citados, supuestamente ocupados durante varios registros,
fueron impugnados como falsos por los acusados. Los testigos citados para
autentificar dichos documentos se mantuvieron en el anonimato.
Los condenados presentan una característica común:
son todos contrarios a la hegemonía estadounidense, algunos desde siempre
–como los miembros del Partido de los Trabajadores (kemalistas-maoístas)– y
otros –como los militares– desde la desaparición de la URSS. Aunque sólo
representan una ínfima minoría de la oposición al AKP, sí constituyen un sector
capaz de combatir en el plano ideológico contra la permanencia de Turquía en el
seno de la OTAN y también contra su participación en la guerra secreta contra
Siria.
En el bando opuesto, el gobierno y la formación
política de Recep Tayyip Erdogan constituyen el equivalente turco de lo que fue
en otros tiempos la democracia cristiana italiana: un decisivo pilar de la OTAN
que propone una versión edulcorada o light de lo que no es otra
cosa que un partido confesional. De hecho, la democracia cristiana se
estructuró alrededor de logias masónicas y con financiamiento de la mafia.
Asimismo, el AKP se estructuró alrededor de la cofradía que conocemos
como Hermandad Musulmana –cuyo secretismo nada tiene que envidiarle a la logia
P2– y se financió con el saqueo del norte de Siria.
En 2003, el Parlamento turco se oponía a que la
OTAN invadiera Irak desde Turquía e incluso llegó a impedir que la alianza
atlántica utilizara las bases que tiene en suelo turco, algo que ningún otro
Estado miembro de la OTAN, ni siquiera Alemania o Francia, se ha atrevido
a hacer nunca. Por el contrario, en 2012, el señor Erdogan propuso y obtuvo la
instalación en Turquía, exactamente en Izmir (Esmirna), de uno de los mandos
más importantes de la OTAN, el LandCom, responsable de todas las
fuerzas terrestres de los 28 Estados miembros de la alianza atlántica, con
el fin de invadir y destruir la vecina Siria.
Los vínculos entre el Estado turco y la mafia se
conocen desde el accidente de Susurluk (en 1996), cuando el jefe de la
contrainsurgencia Husseyin Kocadag, el de la milicia de extrema derecha Los
Lobos Grises y el narcotraficante fugitivo Abdullah Catli, así como su amante y
no por ello menos asesina por contrato Gonca Us, murieron todos juntos en el
automóvil del diputado conservador y barón de la droga Sedat Bucak.
Esos vínculos se mantienen hoy en día con el saqueo en Siria de más de mil
de fábricas de ese país que han sido desmontadas pieza por pieza y trasladadas
a Turquía. Y también con el robo de numerosos bienes arqueológicos sirios que
se venden en Antioquía ilegalmente, pero bajo la protección del Estado turco.
Al cabo de una docena de años de gobierno del AKP,
Turquía tiene actualmente el record mundial de detenciones de oficiales
superiores (más de dos tercios de los generales y almirantes), de líderes
políticos –incluyendo parlamentarios–, así como de periodistas y abogados
tras las rejas. A pesar de ello, y en lo que constituye una prueba flagrante
del doble rasero global, Turquía sigue siendo considerada una «democracia»,
sigue siendo miembro de la OTAN y el procedimiento de adhesión de Turquía a la
Unión Europea sigue su curso.
La estrategia del ministro turco de Relaciones
Exteriores Ahmet Davutoglu, tendiente a sacar el país del estancamiento en que
se le ha mantenido desde la dislocación del Imperio Otomano, lo cual
pensaba lograr resolviendo los problemas con sus vecinos, comenzó siendo un
éxito pero actualmente se ha convertido en una pesadilla. La prematura certeza
sobre un inminente derrumbe del Estado sirio y un subsiguiente desmembramiento
de Siria llevó al AKP a actuar con la mayor arrogancia y a enemistarse
nuevamente con todos y cada uno de sus vecinos.
Durante el periodo de mejoría de sus relaciones
internacionales, Turquía registró un crecimiento espectacular: 9,2% en 2010. El
señor Erdogan prometía en aquel entonces que convertiría el país en el 10º
productor mundial. Otra ilusión. A raíz de las guerras contra
Libia y Siria, el crecimiento turco cayó al 2,2% en 2012 y el país parece
dirigirse a la recesión en 2013.
A medida que iba instalando su dictadura, el AKP
modificó su política y ha ido perdiendo su base popular. En el momento de
las elecciones legislativas de junio de 2012 disponía de un 49,83% de los
sufragios válidos, lo que cual le garantizaba una muy amplia mayoría en el seno
de la Gran Asamblea Nacional. Pero al aplicar las directivas de la Hermandad
Musulmana tendientes a «islamizar la sociedad», el AKP
ha perdido el contacto con los alevíes, con los kurdos y
con los sunnitas favorables a una organización laica del país. Y se
ha convertido así en una formación minoritaria –como quedó demostrado durante
la oleada de manifestaciones que se inició en junio en la plaza Taksim– que hoy
ha optado por encerrarse en el autoritarismo.
Fuente: Red Voltaire.
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